BEN-HUR (1925,1959), DOS VERSIONES, IGUAL ESPECTÁCULO Y CALIDAD ARTÍSTICA.
Cuando se considera el género de "películas sobre romanos", resulta ineludible mencionar Ben-Hur (1959), el primer largometraje que obtuvo once premios Oscar. Casi cuarenta años después, la Academia determinó, por razones que aún se desconocen, que un filme como Titanic (James Cameron, 1997) mereciera igual número de estatuillas, así como en 2003 le fue concedido tal honor a la tercera entrega de la adaptación cinematográfica de El Señor de los Anillos. La versión de Ben-Hur protagonizada por Charlton Heston fue la segunda producida por Metro-Goldwyn-Mayer, siendo mejor evitar la discusión sobre la versión de 2016, que fue producida por Paramount y Columbia. La primera versión se realizó en 1925.
Aunque existió una adaptación en 1907 que solo capturó la secuencia de la carrera de cuadrigas, esta producción cometió la infracción de los derechos de los herederos de Lewis Wallace, quien había escrito la novela original (1880) y que había fallecido apenas dos años antes. Los responsables de esta aventura tuvieron que compensar con 25. 000 dólares por daños y perjuicios. Actualmente, tal cantidad equivaldría a aproximadamente 770. 000 euros.
Después de diversas complicaciones, Metro-Goldwyn-Mayer logró obtener los derechos para la realización de una ambiciosa película basada en el ingenioso, divertido, exótico y devoto relato de Wallace. Este periodo correspondió al primer auge de la industria de los estudios en Hollywood, que se dio durante la era del cine mudo. La tarea no fue sencilla, dado que el productor Mayer decidió un cambio casi total en el equipo, afectando a la mayoría de los actores y al director. El nuevo director fue Fred Niblo y su versión de Ben-Hur se estrenaría en Nueva York cinco días después de la Navidad de 1925.
Por otro lado, el rodaje de la batalla naval exigió la construcción de barcos más grandes que los que se habían concebido inicialmente. Estas escenas fueron filmadas en la Italia de Mussolini, y la brutalidad de los extras fue bastante tangible, ya que los enfrentamientos involucraban una lucha intensa entre aquellos que sostenían ideologías fascistas y quienes tenían inclinaciones hacia el comunismo. La confrontación escaló a un punto tal que algunos de estos italianos tuvieron que ser rescatados después de un par de días por parte de botes pesqueros.
La edición de 1925 se destaca por esta confrontación, por un desfile triunfal en la Ciudad Eterna de extraordinaria originalidad –una secuencia en color que presenta el lanzamiento de guirnaldas y una lluvia de pétalos rosados, con bailarinas casi desnudas–, y por su impresionante carrera de cuadrigas. En esta secuencia –cuyo nivel de espectacularidad indescriptible elevó las expectativas para la versión de 1959– se utilizaron 42 cámaras, y una pequeña porción fue filmada en el propio Circo Máximo de Roma. Uno de los asistentes de dirección de esta secuencia fue el propio William Wyler, quien también dirigió la versión de 1959. Además, participó un joven Henry Hathaway, quien dos décadas más tarde dirigiría Niágara (1953) con Marilyn Monroe, El príncipe valiente (1954), y posteriormente –en Aranjuez– El fabuloso mundo del circo (1964), junto a John Wayne, Claudia Cardinale y Rita Hayworth.
La versión de 1925 implicó un costo para los estudios de aproximadamente cuatro millones de dólares, suma que, considerando la inflación, hoy representaría la mitad o un tercio de lo que Tom Cruise ha gastado en su nueva entrega de Misión imposible. La música que acompaña la versión de Fred Niblo fue compuesta por William Axt y David Mendoza, obteniendo un resultado bastante satisfactorio; sin embargo, en 1989 fue Carl Davis quien creó una nueva partitura, mucho más exitosa y rica en matices.
En 1959, William Wyler –quien había finalizado el rodaje de Horizontes de grandeza (1958), junto a Charlton Heston y la actriz inglesa Jean Simmons, quien poco después participaría en Espartaco (1960) bajo la dirección de Stanley Kubrick– asumió la responsabilidad de la nueva versión. Al igual que en la edición de 1925 –como lo había indicado Lewis Wallace–, el personaje de Cristo permanece en silencio y su rostro no se muestra.
En ese momento, la Metro–Goldwyn–Mayer enfrentaba una situación financiera muy apremiante y los productores decidieron realizar una inversión significativa, cercana a los quince millones de dólares –considerando que un dólar de la época equivaldría a diez de la actualidad–, en uno de los mayores despliegues cinematográficos hasta el momento. El resultado fue una película deslumbrante, contando con una de las bandas sonoras más intensas, épicas, elegantes, regias y definitivas –una obra maestra de Miklós Rózsa, a quien se le perdonan sus frecuentes autoplagios–, así como con secuencias que justifican un guion que a veces resulta inconexo entre determinados tramos de la narrativa –la adaptación se desvía en ciertos aspectos–, sobre todo en el final, respecto a la novela de Wallace. La recaudación multiplicó por diez la inversión inicial. Esta película, que concluye con una sutil alusión a la Resurrección de Cristo, salvó a la Metro–Goldwyn–Mayer.
Charlton Heston y Stephen Boyd son los actores principales de Ben-Hur de 1959. Esta película exhibe características marcadamente masculinas, con dos intérpretes que poseen facciones de gran intensidad y voces que transmiten una virilidad cautivadora, además de contar con un doblaje excepcional en la versión estrenada en España, gracias a Rafael Navarro y Manuel Cano. Este último presenta un timbre más suave, apropiado para la naturaleza astuta del personaje romano. Se dice que el guionista sugirió a Boyd que se colocara en la mentalidad de un homosexual celoso para poder representar con mayor profundidad el conflicto que su personaje experimenta con un amigo de la infancia, siendo los intercambios de diálogos entre ellos especialmente notables. A pesar de su destacado desempeño, Boyd, que utilizó lentes de contacto para oscurecer sus ojos, no recibió el Oscar por este papel –honor que sí fue conferido a su colega Heston–, aunque logró el Globo de Oro.
En 1964, Samuel Bronston llevó a Stephen Boyd a España para la producción de una película que, a pesar de sus sólidos cimientos y de un elenco impresionante que incluía a Alec Guinness en el papel de Marco Aurelio, el filósofo emperador; Mel Ferrer como un siniestro asistente; Sofía Loren en el papel de una princesa romana; James Mason como un idealista y frágil hombre; y Christopher Plummer interpretando a Cómodo, no alcanzó el éxito previsto.
En Ben-Hur de 1959, se observa una clara distinción entre los actores no británicos, que representan a personajes judíos y árabes, y los británicos, a quienes se asigna la interpretación de los romanos. Así, el londinense Jack Hawkins interpreta a Arrio, el almirante de la flota romana; Boyd, originario de Irlanda del Norte, asume el papel de Mesala; George Relph, quien fallecería un año después, da vida al emperador Tiberio, mostrando una admirable falta de esfuerzo al no extender su mano para tomar el bastón de mando de marfil y oro que un sirviente le ofrece sobre un cojín de terciopelo púrpura. En este contexto, la película presenta cierta ingenuidad al promover una unión armónica y beneficiosa entre judíos y árabes, a pesar de que el conflicto de Suez (1956) todavía generaba tensiones.
No obstante, es relevante señalar que Wyler era judío, al igual que la actriz más prominente de la película, Haya Harareet, quien nació en Haifa (entonces bajo el Mandato británico) en 1931. Ella encarna a Esther, la esclava, amante y posteriormente esposa de Judá Ben-Hur. Cabe destacar uno de los claros errores del doblaje español; se eligió la voz muy aguda de Irene Gutiérrez Caba, hermana de Julia Gutiérrez Caba, un fenómeno similar al que ocurre en El resplandor de Kubrick con el doblaje de Verónica Forqué. Esto resulta desconcertante, ya que el acento de Haya Harareet es dialectal, turbio y ligeramente áspero, lo que resuena con un aire de sensualidad enigmática –aunque su personaje de Esther es recatado en esta película–. Harareet interpreta en un film italiano de 1961 a Antinea, una reina atlante pelirroja, que posee un atractivo tangible y una vestimenta generosamente escotada.
La preferencia por actores británicos para el papel de romanos en Hollywood es un fenómeno común. De hecho, esto se refleja de manera notable en Espartaco, donde el esclavo interpretado por Kirk Douglas, originario de Nueva York, se enfrenta a los patricios cínicos y decadentes personificados por Charles Laughton, quien nació en Yorkshire en 1899, y Laurence Olivier, quien proviene de Surrey (1907). En esta película, se presenta una escena con evidentes connotaciones homosexuales, enfatizada por el difuminado en la cinematografía y una música rítmica que deja poco a la imaginación.
En Julio César, dirigida por Joseph Mankiewicz en 1953, el muy británico James Mason asume el papel de Bruto, mientras que el londinense John Gielgud interpreta a Casio. Cabe destacar que la banda sonora de esta adaptación de la obra de Shakespeare también fue compuesta por Rózsa, anticipando de manera clara la música de Ben-Hur. Incluso en el Satyricon de Fellini, estrenado en 1969, un filme más exuberante que el texto original, que resulta kaleidoscópico, imaginativo, inquietante y, evidentemente, no apto para todos los públicos, dos de los personajes homosexuales, Encolpio y Gitón, son interpretados por actores británicos: Martin Potter, nacido en Nottingham en 1944, y Max Born, de Oxford, nacido en 1951.
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