LA DISCUSION QUE SOLIDIFICO LA AMISTAD ENTRE JOHN WAYNE Y JOHN FORD.
En la historia del cine se encuentran numerosas amistades profundas, aquellas que combinan admiración, respeto y también inevitables roces. Una de las más reconocidas fue la que unió a John Wayne y John Ford, actor y director que, en conjunto, contribuyeron significativamente a la construcción del imaginario del western y del cine bélico estadounidense.No obstante, esta relación también experimentó momentos de tensión, como el que casi obstaculiza el rodaje de No eran imprescindibles en 1945, cuando Wayne, herido en su orgullo, optó por abandonar el set tras sentirse menospreciado por un comentario de Ford.
John Wayne, conocido como El duque, ya se había consolidado como una estrella en ascenso en la década de 1940. Su porte, su forma de caminar y su voz grave lo habían establecido como un ícono del western, aunque su carrera abarcaba una filmografía más amplia. Participó en 153 películas, liderando 142 de ellas, con títulos que hoy se consideran clásicos: Centauros del desierto, El hombre que mató a Liberty Valance o Valor de ley, con el que obtuvo un Oscar.
Sin embargo, había un aspecto en su biografía que lo acompañaba a lo largo de su vida: durante la Segunda Guerra Mundial no combatió. Intentó enlistarse, pero fue rechazado debido a su edad y su situación familiar, ya que era el principal sustento de su esposa e hijos. En una industria donde otros actores se habían alistado, esta circunstancia creaba comparaciones incómodas.
Su contraparte, John Ford, presentaba un perfil muy diferente. Como director consagrado y ganador de múltiples Oscar, fue creador de obras maestras como Las uvas de la ira y La diligencia. Ford también había servido en el conflicto bélico, ocupando el cargo de jefe de la unidad fotográfica de la Oficina de Servicios Estratégicos y alcanzando el rango de comandante en la Reserva Naval. Sus experiencias en la guerra le dejaron cicatrices, pero también un compromiso inquebrantable con el realismo. Para él, la autenticidad en una producción cinematográfica no era un lujo, sino una obligación.
Este deseo de veracidad impactó el rodaje de No eran imprescindibles, un drama bélico ambientado en el Pacífico tras el ataque a Pearl Harbor. La película narraba las misiones de dos tenientes estadounidenses, John Brickley (interpretado por Robert Montgomery) y Rusty Ryan (John Wayne), quienes, al mando de lanchas torpederas, debían confrontar el poderío japonés en Filipinas.
El tono era oscuro y veraz, en marcado contraste con el triunfalismo que Hollywood solía exhibir durante la guerra. Ford deseaba transmitir la dignidad de la derrota, y para lograrlo, se apoyó en Montgomery, un actor que había estado en el frente y que incluso participó en el desembarco de Normandía, lo que aportaba credibilidad a cada secuencia. En ese entorno se produjo el incidente que modificaría de manera significativa la relación entre Ford y Wayne.
Durante una secuencia en la que el intérprete debía realizar un saludo militar, Ford lo reprendió severamente: «Duque, ¿no puedes efectuar un saludo que al menos dé la impresión de que has estado en las fuerzas armadas? ». Esta declaración, realizada ante todo el equipo, fue una crítica mordaz que afectó profundamente a Wayne. El artista se sintió humillado, incapaz de replicar, y, en un impulso de orgullo, abandonó el plató con la decisión de no regresar.
Fue en ese momento que Robert Montgomery, quien tenía experiencia directa con los horrores de la guerra y no toleró la deshonra, tomó la palabra. Se dirigió de inmediato a Ford y, con determinación, le expresó: «Eso fue inaceptable. Nunca vuelvas a dirigirte a nadie de esa forma». El director inicialmente respondió con ira, negándose a ofrecer disculpas—«¡No tengo intención de disculparme con ese hijo de puta! »—, luego con confusión, afirmando que no había pretendido ofender a nadie, y finalmente con lágrimas. Esta serie de reacciones evidenció tanto su carácter explosivo como el aprecio que sostenía hacia Wayne.
Al día siguiente, después de la disculpa, el actor retornó al rodaje y la producción prosiguió sin más contratiempos. El incidente, lejos de dañar la amistad que compartían, la consolidó. Wayne comprendió que Ford lo trataba con severidad porque tenía expectativas elevadas hacia él, y Ford, a pesar de su temperamento irascible, nunca dejó de considerar a Wayne como uno de sus descubrimientos más notables como actor. De hecho, colaboraron en un total de catorce producciones cinematográficas, muchas de las cuales son hoy en día consideradas verdaderas obras maestras del cine clásico.
Muchas veces una buena amistad se forja a través de discusiones y recelos, pero llega un momento que todo explota se ponen las cartas boca arriba y nace una amistad.
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