VILLANOS DE CINE
DONALD PLEASENCE
Donald Henry Pleasence (Worksop, Nottinghamshire, Inglaterra; 5 de octubre de 1919-Saint-Paul de Vence, Francia; 2 de febrero de 1995)
En Saint-Paul-de-Vence, un rincón luminoso del sur de Francia, se apagó en 1995 la voz inconfundible de Donald Pleasence. Tenía setenta y cinco años y había sobrevivido a una guerra, a un campo de prisioneros y a cientos de personajes que lo convirtieron en una figura esencial del teatro y del cine británico. El corazón, fatigado tras una operación, fue su último escenario. Poco antes, la reina Isabel II lo había distinguido como Oficial de la Orden del Imperio Británico, un gesto de reconocimiento a una carrera tan extensa como versátil.
De niño, aquel hijo de un jefe de estación ferroviaria en Worksop no imaginaba que acabaría encarnando villanos de voz sedosa, generales alemanes o doctores obsesionados. Creció entre silbatos de tren y partidos de críquet, educado en la severidad metodista del pequeño pueblo de Grimoldby. En Louth, donde organizaba los conciertos escolares navideños y vestía el pañuelo de los Scouts, descubrió que el escenario podía ser su verdadera vía de escape. Tenía apenas siete años cuando subió por primera vez a un escenario en Passers By, una representación infantil que selló su destino.
El joven Pleasence se empleó un tiempo como asistente en una estación de tren antes de lanzarse de lleno al teatro. En 1939, se unió a la Jersey Repertory Company y debutó profesionalmente en Cumbres borrascosas. Poco después, Londres lo vio brillar en Noche de Reyes, pero su temperamento indómito le costó algún que otro despido. La Segunda Guerra Mundial interrumpió aquel impulso: objetor de conciencia al principio, acabaría alistándose en la RAF tras los bombardeos sobre Londres. En 1944 su avión fue derribado y pasó meses como prisionero de guerra. Esa experiencia marcaría la gravedad de su mirada, el matiz trágico que más tarde reconocería el público en su voz.
Tras la contienda, Pleasence regresó al escenario con la Old Vic Company y pronto captó la atención de Laurence Olivier, con quien más tarde compartiría escena y amistad. De Bristol a Nueva York, su nombre empezó a circular con respeto. En 1960, su interpretación de Davies en The Caretaker de Harold Pinter lo consagró tanto en Londres como en Broadway, y le valió la primera de sus cuatro nominaciones al premio Tony.
El cine lo acogió con entusiasmo. Después de sus primeros papeles en The Beachcomber (1954) y Look Back in Anger (1959), llegó su consagración internacional con The Great Escape (1963). Allí fue Colin Blythe, el falsificador ciego y entrañable que compartía cautiverio con Steve McQueen y Richard Attenborough. Variety lo destacó como “el personaje más conmovedor” de la película. Ese mismo año, su rostro se volvió familiar para millones gracias a sus apariciones en televisión: The Adventures of Robin Hood, Danger Man, The Twilight Zone o The Outer Limits cimentaron su reputación de actor versátil y prolífico.
Su carrera se extendió sin descanso: Lucifer en La historia más grande jamás contada, un marido quebrado en Cul-de-sac de Polanski, un predicador cruel en Will Penny, e incluso el siniestro Blofeld frente a Sean Connery en Solo se vive dos veces (1967). Pleasence poseía una habilidad casi magnética para dotar de humanidad a los monstruos y de sombra a los héroes.
En 1978, John Carpenter lo inmortalizó definitivamente como el Dr. Sam Loomis en Halloween. Con aquella mezcla de locura y compasión que le era tan propia, el actor se convirtió en el guardián eterno de Michael Myers. Volvió al personaje en cuatro secuelas, consolidándose como una figura esencial del cine de terror moderno. Para entonces, su filmografía ya superaba el centenar de títulos, desde producciones de culto hasta películas menores que aceptaba con igual disciplina. “Nunca rechazaba un papel”, recordaba el crítico Kim Newman.
Pleasence también se asomó con humor a su propio mito: imitó a Laurence Olivier en The Uncanny y presentó el especial de Halloween de Saturday Night Live en 1981, prueba de su disposición a reírse de sí mismo. En televisión, interpretó desde asesinos en Columbo hasta clérigos en Las crónicas de Barchester, donde actuó junto a su hija Angela.



Un excelente actor que tanto podía encarnar al ser mas inofensivo del mundo, como a un autentico villano con mayúsculas e incluso al mismísimo Satanás en La historia mas grande jamás contada.
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