EL DÍA EN QUE EL CANTANTE LUIS MIGUEL RECHAZO SER EL ZORRO EN BENEFICIO DE ANTONIO BANDERAS.

 EL DÍA EN QUE EL CANTANTE LUIS MIGUEL RECHAZO SER EL ZORRO EN BENEFICIO DE ANTONIO BANDERAS.


Antes de que Antonio Banderas desenvainara su espada y se enfundara el antifaz de El Zorro, hubo otro nombre sobre la mesa. Luis Miguel, el Sol de México, estuvo muy cerca de encarnar al héroe más legendario del cine de aventuras. Los productores de La máscara del Zorro buscaban a alguien “sexy y latino”, un rostro que irradiara magnetismo y fuerza. El cantante hizo pruebas de cámara, posó con el traje y escuchó atentamente la propuesta de los estudios. Pero al final, su carrera tomó un rumbo distinto. Su mánager le persuadió para centrarse en un disco en inglés junto al prestigioso David Foster, un proyecto titulado The Great American Songbook que jamás llegaría a ver la luz.

Paradójicamente, aquella oportunidad perdida nació de un impulso sentimental. Mariah Carey, por entonces su pareja, había insistido en presentarle a productores de Hollywood convencida de que el carisma del artista podía trasladarse a la gran pantalla. Eran los últimos años noventa, una época en la que ambos reinaban en su terreno: ella, recién divorciada de Tommy Mottola, recuperaba su libertad; él, tras el éxito de Romances, vivía el esplendor de su carrera. Su historia, iniciada en la estación de Aspen y consolidada entre cenas en Nueva York y escapadas mediáticas, parecía escrita para las portadas de la época dorada del papel couché.

Mientras tanto, el proyecto de La máscara del Zorro había empezado su propio recorrido. La idea surgió en 1995, impulsada por Steven Spielberg, quien decidió producirla junto a Tristar Pictures sin asumir la dirección. Inicialmente, Robert Rodríguez estuvo a punto de llevarla a cabo, pero se retiró poco antes del rodaje al reclamar un presupuesto mayor. Fue entonces cuando Martin Campbell tomó las riendas y buscó dar forma definitiva a aquel relato de espadas, honor y legado.

El reparto se completó con un conjunto de nombres que acabarían marcando a toda una generación. Anthony Hopkins, escéptico al principio, aceptó el papel de un Don Diego de la Vega envejecido precisamente porque le sorprendió que le ofrecieran un personaje tan distinto a sus habituales figuras sombrías. Catherine Zeta-Jones, en cambio, fue un descubrimiento fortuito: Spielberg la vio por casualidad en televisión y supo al instante que aquella joven actriz tenía la elegancia y el fuego que requería Elena de la Vega.

Cuando Antonio Banderas finalmente fue convocado, el escepticismo se disipó. Su presencia tenía la mezcla exacta de arrojo y romanticismo. “Puedo reconocer que mi país hizo cosas terribles en América”, diría más tarde el actor, “pero eso ocurrió hace quinientos años y no tengo nada que ver”. A su lado, Zeta-Jones recordó años después la química inmediata que surgió entre ambos durante la prueba de cámara: “Cuando lo conocí, me temblaban las rodillas. Estaba muy nerviosa, pero algo pasó. No sé si fue una luz divina o el sentido del humor, pero nos entendimos al instante”.

Luis Miguel, mientras tanto, volvía a su terreno natural: la música. Su paso por Hollywood se desvaneció tan rápido como había llegado, del mismo modo que lo hizo su relación con Mariah Carey en 2001. Sin embargo, de aquel breve cruce de caminos quedó una estampa fascinante: la del astro latino que pudo haber sido un mito de celuloide, y la de una diva que creyó en él más allá del escenario. Porque, al fin y al cabo, las grandes historias de amor —como las películas— a veces también se escriben con lo que no llegó a suceder.



Comentarios

  1. Menos mal que alguien tuvo buena vista, Luis Miguel solo lo conozco como cantante y la verdad es que no lo tengo ni dentro de mi top 100. Banderas dio el pego y Anthony Hopkins estuvo magnifico como Don Diego de la Vega, el verdadero Zorro.

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