EL 👀 CRITICO
DOWTON ABBEY: EL GRAN FINAL (2025)
REPARTO: HUGH BONNEVILLE, MICHELLE DOCKERY, JIM CARTER, PAUL GIAMATTI, ELIZABETH McGOVERN, LAURA CARMICHAEL, PENELOPE WILTON, JOANNE FROGGATT, DOMINIC WEST, ALLEN LEECH, BRENDAN COYLE, LESLEY NICOL
DIRECTOR: SIMON CURTIS
MÚSICA: JOHN LUNN
PRODUCTORA: UNIVERSAL PICTURES, FOCUS FEATURES
DURACIÓN: 124 min.
PAÍS: REINO UNIDO
En la inmensidad de los salones y jardines de Downton Abbey, aún resuena el eco de los pasos que durante más de una década acompañaron a la familia Crawley y a quienes servían bajo su techo. La película que pone punto final a esta larga travesía llega envuelta en ese aroma de despedida elegante y serena que siempre caracterizó al universo creado por Julian Fellowes. Es, más que una conclusión, un gesto de gratitud hacia los seguidores que crecieron entre sus pasillos y sus silencios.
Nada parece alterar la exquisitez del conjunto: los escenarios siguen siendo un deleite visual, los trajes respiran el mismo refinamiento que la época evoca, y la música, tan reconocible, actúa como una caricia de nostalgia. En este entorno, los personajes de siempre —encarnados por un elenco británico impecable, con Michelle Dockery, Hugh Bonneville y la inolvidable Maggie Smith a la cabeza— encuentran el cierre de sus historias con la misma compostura con la que fueron presentadas años atrás.
Entre los muros de Downton se respira un cambio de época. La aristocracia inglesa, en su lento declive, intenta adaptarse a un mundo que ya no gira a su alrededor, mientras quienes antes servían comienzan a intuir sus derechos y a pronunciar su propia voz. Esos diálogos medidos entre señores y criados, siempre al borde de un entendimiento que nunca llega a completarse, siguen siendo una delicia para el oído atento.
El filme no rehúye las dificultades de su propio legado: la ausencia de Maggie Smith pesa, algunas tramas se sienten prolongadas y otras se cierran con excesiva prisa. Pero, aun así, Fellowes logra equilibrar las expectativas y entregar una historia que, aunque predecible, no deja de ser satisfactoria. Hay un cuidado evidente en cada gesto, en cada palabra, en cada mirada que despide sin estridencias a quienes nos acompañaron tanto tiempo.
Mención aparte merece la figura de Mary, que enfrenta su propio escándalo social —un divorcio que la coloca en el centro del juicio ajeno— con una madurez que evita el melodrama. Su arco es el reflejo de una época que cambia, de una mujer que aprende a priorizar su familia y su casa, incluso a costa de su reputación.
Repleta de guiños a los más fieles, la película se disfruta también como relato independiente, para quienes llegan por primera vez a la mansión. Downton Abbey: el gran final es, en esencia, un regalo a la memoria y al afecto: un retrato de tiempos que se desvanecen, de rostros que aún parecen esperar en el gran comedor, y de un modo de narrar —pausado, elegante, profundamente británico— que invita a regresar, de vez en cuando, a esa calma que sólo Downton sabe ofrecer.


Si este es el final, hay que decir que es un buen y elegante final y en donde como siempre los actores tanto en la serie como en las películas están magníficos. Un film con un estilo clásico y muy sobrio, cosa que es de muy agradecer, aunque se nota a faltar a Maggie Smith.
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