18 VECES VIO JAMES CAMERON ESTA PELICULA EN LOS CINES.

 18 VECES VIO JAMES CAMERON ESTA PELICULA EN LOS CINES.


A lo largo de más de cinco décadas, 2001: Una odisea en el espacio ha conservado un aura de misterio y de influencia casi inabarcable. Stanley Kubrick, junto al escritor Arthur C. Clarke, concibió en 1968 una obra que muchos cineastas continúan venerando: una pieza de filosofía visual que transformó para siempre la ciencia ficción. Entre sus admiradores más fervientes se encuentra George Lucas, quien reconoce que la película lo marcó con más intensidad que los trabajos de Fritz Lang, Franklin J. Schaffner o Irvin Yeaworth. Para el creador de Star Wars, la película de Kubrick sigue siendo la mejor del género, insuperable incluso en comparación con el legado global que dejó La guerra de las galaxias. «Técnicamente pueden compararse», admite, «pero en lo personal considero que la suya es muy superior».

Paradójicamente, uno de los directores más influidos por ella, James Cameron, mantiene con la obra una relación compleja. El responsable de Titanic y Avatar no oculta la admiración artística que siente por la película, y aun así reconoce que ya no disfruta de su atmósfera. La define como fría, distante, «demasiado estéril» para poder entregarse emocionalmente a ella, pese a que en su juventud la vio dieciocho veces en pantalla grande. Tenía apenas trece años en el momento del estreno y quedó tan impresionado que regresó al cine una y otra vez durante los dos años posteriores.

Este contraste entre fascinación y rechazo adquiere un matiz curioso si se recuerda que Cameron llegó a conocer a Kubrick en persona. Lo visitó en su casa de Londres, aunque la conversación no fluyó como él esperaba: Kubrick parecía realmente interesado en una sola cosa, Mentiras arriesgadas, la cinta de acción que Cameron había dirigido con Arnold Schwarzenegger y Jamie Lee Curtis. Una reunión peculiar entre dos creadores obsesivos, cada uno centrado en sus propias búsquedas cinematográficas.

Hoy, mientras Cameron se prepara para estrenar la tercera entrega de Avatar —su décimo largometraje y el intervalo más breve que ha tenido entre dos películas—, su distanciamiento emocional con 2001 adquiere un curioso relieve. El cineasta, célebre por su rigor técnico y por su entrega casi monástica al perfeccionamiento de la imagen, continúa estudiando las obras de otros maestros, aunque no siempre conecte con ellas del mismo modo en que lo hizo de joven.

Quizá ahí resida la paradoja que envuelve tanto a Cameron como a Kubrick: dos directores que, desde aproximaciones distintas, han buscado expandir los límites del cine y su capacidad para imaginar otros mundos. Y aunque las sensibilidades difieran, el impacto de 2001 —le guste o no a Cameron su atmósfera— sigue siendo una presencia inevitable en su formación y en la de todos aquellos que, como él, conciben la ciencia ficción como un territorio donde la imagen adquiere una potencia casi absoluta.




Comentarios

  1. Yo solo la he visto una vez y me costo Dios y ayuda para verla hasta el final.

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