LOS PAPELES QUE RECHAZO JACK NICHOLSON.

 LOS PAPELES QUE RECHAZO JACK NICHOLSON.

Jack Nicholson pertenece a esa estirpe de actores que no necesitan presentación: basta su sonrisa torcida para evocar medio siglo de cine norteamericano. Easy Rider, Chinatown, Alguien voló sobre el nido del cuco, El resplandor, Batman, Algunos hombres buenos, Mejor… imposible, Infiltrados… y un largo etcétera componen una filmografía que parece inagotable. Tres Oscar, doce nominaciones y una presencia inimitable lo consagraron como uno de los grandes. Sin embargo, la suya podría haber sido una carrera aún más monumental si no hubiera dejado escapar una serie de papeles que, en manos de otros, se volvieron míticos.

En los años setenta, Nicholson era el actor más codiciado de Hollywood. Tras Easy Rider, los directores se lo disputaban, y los guiones se amontonaban sobre su mesa. Rechazó ser Michael Corleone en El padrino —porque, decía, un italoamericano debía encarnar a un Corleone— y dejó escapar la oportunidad de trabajar con su admirado Marlon Brando. “Fue un error”, reconocería después. También declinó El golpe, donde podría haber formado tándem con Redford y Newman, y El exorcista, donde lo querían como el atormentado padre Karras. Incluso sonó para El chacal y El gran Gatsby, pero decidió frenar tras trece años y veintiséis películas: necesitaba respirar.

Su único deseo entonces era rodar con Stanley Kubrick. El proyecto del Napoleón nunca se concretó, pero de ese anhelo nacería su entrega a El resplandor, la pesadilla gélida que acabaría por definir una época.

A medida que avanzaban los ochenta, sus negativas continuaron moldeando, en negativo, la historia del cine. Rehusó ser Eliot Ness en Los intocables —el puesto recayó en Kevin Costner— y también el hermano de Dustin Hoffman en Rain Man, convencido de que toda la gloria interpretativa se la llevaría el papel del autista Raymond. No se equivocó.

En una anécdota que hoy suena a leyenda de Hollywood, Paul Mazursky intentó convencerlo personalmente para protagonizar Un loco suelto en Hollywood. Lo encontró en su casa de Mulholland Drive, abstraído en un partido de fútbol americano y bajo el efecto de la marihuana. No hubo forma.

Su regreso al terreno de la cultura popular llegó con Batman (1989). Su Joker —elegante, perverso, teatral— redefinió al villano y amplió su fama entre nuevas generaciones, además de llenar su cuenta bancaria. Pero, fiel a sí mismo, también rechazó regresar en Batman vuelve, pese a los 7,5 millones de dólares y el porcentaje de taquilla. Estaba de duelo por las muertes de John Huston, Andy Warhol y Hal Ashby, y celebró que su ausencia permitiera a su amigo Danny DeVito ser El Pingüino.

Durante los noventa continuó su danza de ofertas declinadas: El silencio de los corderos (Demme lo quería como Hannibal Lecter, cuando el papel de Clarice era todavía para Michelle Pfeiffer), El último boy scout, Contact (“yo no hago ciencia ficción”, dijo, antes de que el papel pasara a Matthew McConaughey), Diabólicas o Fanático.

Incluso Clint Eastwood soñó con él para Space Cowboys, pero Nicholson se negó: no le atraía eso de los astronautas septuagenarios. Eligió en cambio retratar la vejez desde un ángulo más melancólico y humano en A propósito de Schmidt (2002), la obra de Alexander Payne que selló, con serenidad y tristeza, la madurez de un actor irrepetible.

Jack Nicholson, el hombre que dijo no a medio Hollywood, acabó siendo, por pura presencia, más grande que todos sus papeles juntos.



Comentarios

  1. Nicholson tenía donde escoger y la agenda la tenía llena, por lo que era normal que rechazara papeles importantes, que le hubieran dado mas prestigio del que ya tenía a lo largo de su carrera.

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