EL DUELO ENTRE JOHN WAYNE Y CLINT EASTWOOD POR CULPA DE "INFIERNO DE COBARDES".
Cuando John Wayne leyó el guion de The Hostiles, su reacción fue inmediata. Lo rechazó sin contemplaciones y, según cuentan, lo lanzó al mar mientras pescaba, como si quisiera borrar cualquier vestigio del proyecto y de lo que representaba. En su respuesta escrita a Clint Eastwood, además de negarse a participar, dejaba entrever un reproche más profundo: no soportaba lo que el nuevo cine había hecho con el viejo Oeste. “Este tipo de cosas es todo lo que saben escribir en estos días”, llegó a decir, dejando claro que, para él, los nuevos directores no entendían el espíritu de la frontera.
El guion narraba la historia de un joven jugador y un ranchero envejecido obligados a convivir para defender sus tierras, una metáfora que Eastwood percibía como una reconciliación entre dos miradas sobre América. Pero Wayne no quiso tender ese puente. Entre ambos mediaba una grieta que ya había abierto Infierno de cobardes (1973), el primer wéstern dirigido por Eastwood, donde el héroe tradicional se desvanecía bajo la bruma de la ambigüedad moral.
En aquella película, un forastero llegaba a un pueblo corrompido por la culpa y la cobardía. No era un salvador, sino un espectro vengador que parecía surgir del polvo y de la conciencia. El público la convirtió en un éxito, pero su tono inquietante provocó un rechazo visceral en quienes todavía creían en el Oeste como territorio de honor. Entre ellos, el propio John Wayne.
El Duque, defensor del ideal pionero, no podía aceptar que su amado género fuera convertido en una pesadilla moral. Para él, el wéstern debía ser un espejo de coraje, de sacrificio y de certidumbre; no una historia de hombres cansados y pueblos mezquinos. Eastwood, sin embargo, provenía de otra América: la de la desconfianza, la del desencanto tras Vietnam, la de los héroes que ya no creían en sí mismos.
Años después, el propio Eastwood recordaría que Wayne le escribió una carta indignada, reprochándole haber traicionado la esencia del Oeste. “Me dijo que mi película no trataba de los pioneros”, evocaría. “Y supe entonces que no me entendería: él veía historia, yo contaba una fábula”.
Así se enfrentaron dos símbolos irreconciliables de una misma nación. Wayne defendía la fe en los mitos; Eastwood, la necesidad de mirarlos con sospecha. Aquella diferencia no fue solo estética o generacional: marcó el final del héroe clásico y el nacimiento del antihéroe moderno. Desde entonces, en cada disparo del nuevo cine del Oeste resonaba el eco de aquel desencuentro que separó para siempre el honor de la verdad.

No deja de ser curioso de que Sergio Leone al primero que le ofreció el papel del Hombre sin nombre en Por un puñado de dólares fue John Wayne, Wayne rechazo el papel ya que no quería viajar a Europa, a parte de considerar el spaghetti-western como un subgenero inferior.
ResponderEliminar