¿QUE OCURRE CON LAS GRANDES ESTRELLAS QUE AHORA YA NO SON UN RECLAMO PARA LA TAQUILLA?
Hubo un tiempo —no tan lejano— en que bastaba un nombre en el cartel para garantizar colas ante la taquilla. Julia Roberts sonreía en el póster y el público acudía en masa; Keanu Reeves levantaba una ceja y ya había medio planeta dispuesto a seguirlo al fin del mundo; Dwayne Johnson, “La Roca”, bastaba para llenar una sala con el solo peso de su apodo. Eran los años en los que las estrellas de Hollywood seguían siendo soles alrededor de los cuales giraba todo el sistema. Hoy, sin embargo, el brillo ha cambiado de órbita.Los datos lo confirman y The Guardian lo señala sin rodeos: los grandes nombres de la pantalla ya no garantizan grandes cifras. Margot Robbie, Emily Blunt, Jennifer Lopez, Colin Farrell, Seth Rogen, Andrew Garfield o Channing Tatum —todos ellos rostros que un día convocaban multitudes— encadenan estrenos que pasan discretamente por la cartelera. Incluso nombres que parecían intocables, como los de Julia Roberts o Keanu Reeves, ya no arrastran al público con la misma fuerza que antes. El star system, en su forma clásica, parece haberse quedado sin combustible.
El caso más llamativo es quizá el de Daniel Day-Lewis. Retirado durante ocho años y convertido en una leyenda viviente con tres premios Óscar en su haber, regresó al cine bajo la dirección de su propio hijo, Ronan, con Anemone. Sin embargo, su regreso —tan esperado como celebrado en la crítica— apenas ha despertado entusiasmo en la taquilla estadounidense. Una ironía dolorosa: el mejor actor de su generación, eclipsado por un modelo de consumo que ya no se rinde ante los intérpretes, sino ante las franquicias.
Porque el negocio del cine, hoy, ya no se sostiene sobre los hombros de sus estrellas, sino sobre los universos que construyen los estudios. Son las sagas, los superhéroes y las continuaciones infinitas las que llenan las butacas, mientras el público joven se decanta por aquello que le garantiza espectáculo inmediato y familiaridad. Los nombres propios, aquellos que una vez fueron sinónimo de prestigio y magnetismo, parecen haber perdido su poder de convocatoria en una industria que ha mutado a velocidad digital.
Las plataformas de streaming también han redefinido las reglas del juego. Muchos intérpretes han encontrado refugio en ellas, protagonizando películas o series que apenas tocan los cines antes de aterrizar en catálogo. El resultado es un doble filo: mayor libertad creativa, sí, pero menos impacto comercial. A veces, ni siquiera se busca. El espectador, paciente y conectado, espera a que el estreno llegue a su pantalla, mientras las salas se vacían de aquel ritual que convertía una película en acontecimiento.
Quizá no se trate de que las estrellas hayan perdido su brillo, sino de que el cielo en el que brillaban ya no existe.

Yo creo que las grandes estrellas de los 80 y 90 se han hecho mayores, y el publico que va hoy día al cine, no son los mismos que iban en esa época. Las nuevas generaciones tienen nuevos ídolos que son a los que van a ver en los cines.
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