LOS ESPACIOS NATURALES QUE SE SIRVIERON PARA RODAR LA "MOBY DICK" DE JOHN HUSTON.
A veces, el destino de una película se escribe lejos de los estudios y más cerca del azar. Así ocurrió con Moby Dick, cuando una tormenta en las costas de Gales arruinó las maquetas de ballenas que aguardaban allí el rodaje. Fue entonces cuando el equipo decidió mirar hacia el sur, hacia un lugar que ofrecía luz, calma y un mar dispuesto a convertirse en leyenda: Las Palmas de Gran Canaria. Aquella decisión fortuita acabaría marcando para siempre la historia cinematográfica de la isla.El rodaje se extendió durante cinco intensas semanas, desde el 17 de diciembre de 1954 hasta el 19 de enero de 1955. Durante ese tiempo, los habitantes de la capital —unos 180.000 por entonces— vieron cómo su puerto, sus calles y su litoral se transformaban en un escenario hollywoodiense. John Huston dirigía, Gregory Peck encarnaba al obsesivo capitán Ahab, y Hermann Melville, desde su novela inmortal, volvía a cobrar vida bajo un sol atlántico. La película apenas mostraba veinte minutos de la isla en sus 110 totales, pero bastaron para fijar su imagen en la memoria del cine. Allí se rodaron las persecuciones de las barcas balleneras, el epílogo, y sobre todo, la célebre escena final: la maqueta de la ballena emergiendo de las aguas frente a la Avenida Marítima, mientras Ahab —un Gregory Peck exhausto y empapado— señalaba con su brazo el horizonte, instando a sus hombres a continuar la caza.
Setenta y un años después, Moby Dick no solo sigue siendo un clásico del cine norteamericano, sino también un capítulo esencial en la relación entre Hollywood y las Islas Canarias. La película, convertida en fenómeno de taquilla en Estados Unidos, fue el punto de partida de una larga historia: desde los rodajes de Tirma y Moby Dick en los años cincuenta hasta producciones recientes como The Mother o De perdidos al río en 2023, más de treinta largometrajes han elegido Las Palmas como plató natural.
Hoy, el visitante puede seguir la huella de aquella epopeya a través de la “Ruta Moby Dick”, un recorrido turístico que atraviesa cuatro zonas emblemáticas: Ciudad Jardín, Triana, el Puerto y la Avenida Marítima. Los guías relatan anécdotas de la convivencia entre los vecinos y el equipo de filmación, los días en que Gregory Peck paseaba por la ciudad y el eco de las sirenas de los barcos se mezclaba con el de los megáfonos de Huston.
El mar que una vez se tragó al capitán Ahab —y con él a su ballena— es hoy también un espejo de memoria. Allí, bajo el mismo cielo, Las Palmas revive cada año aquel instante de cine en el que la ficción y la realidad se confundieron para siempre.

No sabía que se había rodado en España, un dato curioso. Tendría que volver a verla, pero cuando la vi en el correspondiente pase televisivo, no me hizo el peso.
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