LAS TRES VECES QUE CARY GRANT DIJO "NO" A AUDREY HEPBURN COMO COMPAÑERA DE REPARTO.

 LAS TRES VECES QUE CARY GRANT DIJO "NO" A AUDREY HEPBURN COMO COMPAÑERA DE REPARTO.

Hay duplas en la historia del cine que parecen dictadas por el destino. Cary Grant y Audrey Hepburn pertenecen a esa categoría rara de intérpretes que no necesitaban más que un cruce de miradas para que la pantalla se iluminara. Y, sin embargo, solo coincidieron una vez: en Charada (1963), esa comedia de espionaje y romance que, con su aire hitchcockiano, logró el milagro de unir a dos de los rostros más icónicos de Hollywood.

Su química era tan natural que el público quedó convencido de que habían nacido para trabajar juntos. Lo curioso es que la unión pudo haberse producido mucho antes. A Grant le ofrecieron ser el compañero romántico de Hepburn en Vacaciones en Roma, Sabrina y Ariane, pero él siempre rechazó la propuesta. No por desdén, sino por pudor: le separaban veinticinco años, una distancia que consideraba excesiva incluso para los estándares de la época. “Demasiado mayor para ella”, llegó a confesar.

Aquella diferencia generacional era casi una constante en la filmografía de Hepburn. Su gracia juvenil y su aura de pureza la emparejaron una y otra vez con galanes de décadas anteriores. Fred Astaire, rozando los sesenta, fue su pareja en Funny Face; Gary Cooper, con cincuenta y seis, en Ariane; y Humphrey Bogart, con cincuenta y tres, en Sabrina. Hollywood parecía empeñado en mantener el mito de la joven ideal frente al hombre maduro, aunque la ecuación empezaba a resultar incómoda incluso para quienes la protagonizaban.

Cuando finalmente aceptó Charada, Grant lo hizo con una condición muy precisa: que el deseo partiera de ella. Fue él quien pidió al guionista Peter Stone reescribir las escenas para invertir el juego de seducción. “Le di frases como: ‘Soy demasiado mayor para ti, apártate de mí, pequeña’”, recordaría Stone años después. Y así, Hepburn se convirtió en la cazadora elegante que no se resigna, mientras Grant, encantador y reticente, trataba en vano de resistirse a su magnetismo. La película giraba en torno a un misterio, sí, pero el verdadero enigma era ese cortejo invertido que desarmaba con humor los clichés de la época.

El resultado fue un ejercicio de equilibrio perfecto. Grant, ya en el ocaso de su carrera, conservaba intacto su ingenio y su elegancia; Hepburn, en plena madurez artística, desprendía una ligereza que convertía cada escena en un baile. Charada funcionó no solo por su guion, ni por su mezcla de comedia, romance y suspense, sino porque ambos interpretaban con naturalidad lo que eran: dos estrellas que entendían el arte de la contención y la ironía mejor que nadie.

Grant se retiraría tres años más tarde, en 1966, dejando este título como su última gran interpretación. Hepburn seguiría brillando con la misma delicadeza que la había hecho inmortal. Viéndolos juntos, resulta difícil no sentir que el cine perdió algo irrepetible: una pareja que, con una sola película, logró condensar la elegancia de toda una era. Y sí, quizá sea un poco avaricioso desear que hubiesen compartido otra. Pero si solo podía haber una, Charada fue la perfecta.



Comentarios

  1. Una vez mas hay que decir que estamos acostumbrados a ver una pelicula con unos actores determinados y que lo bordan por ejemplo en las peliculas que menciona el post, pero también hay que reconocer que posiblemente con Cary Grant, el autentico rey de la comedia norteamericana, hubieran tenido otra dimensión.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario