MEL GIBSON Y LA POLEMICA PELICULA DE MARTIN SCORSESE QUE SE NEGO A PROTAGONIZAR.
A veces, una negativa puede modificar el rumbo del cine. Durante la década de los ochenta, Mel Gibson se destacaba como uno de los actores más cotizados en Hollywood, reconocido por su papel en Arma letal y solicitado por los principales estudios. En este contexto, recibió una oferta singular: interpretar a Jesús en La última tentación de Cristo, una película que Martin Scorsese había intentado realizar durante años. Su respuesta fue contundente: “No voy a hacer eso”.El propio actor ha relatado que esa propuesta le fue presentada en circunstancias inusuales. Se encontraba en un hotel en Londres, recuperándose de una intoxicación, cuando recibió una llamada telefónica. Al otro lado de la línea se encontraba Scorsese, quien le extendió una invitación para conversar. Al llegar a la habitación del director, se encontró en un entorno rodeado de televisores encendidos, como si estuviera en una cueva iluminada por numerosas pantallas. En ese lugar, el cineasta neoyorquino formuló la propuesta: “¿Quieres ser Jesús? ” Su reacción fue inmediata. El australiano escuchó y declinó sin dudarlo.
Con el tiempo, se comprendió la lógica detrás de esa negativa. La última tentación de Cristo fue estrenada en 1988 en medio de una gran controversia. La película presentaba a un Jesús vulnerable, lleno de dudas humanas y hasta con deseos terrenales. En una de las escenas más polémicas, se lo imaginaba como esposo de María Magdalena, llevando una vida doméstica ordinaria. Para muchos devotos, esta representación resultaba inaceptable. El escándalo trascendió las meras críticas. En París, durante una proyección en el barrio de Saint-Michel, un grupo de espectadores incendiaron una sala de cine en protesta contra el filme. Este atentado dejó 14 heridos, cuatro de gravedad, y transformó lo que era un debate teológico en un episodio de violencia real. En otras ciudades francesas, se repitieron actos de vandalismo, mientras que en Estados Unidos, grupos religiosos organizaron boicots masivos frente a las salas de cine. La respuesta de diversos gobiernos no tardó en manifestarse. En naciones de profunda tradición católica como Argentina, Chile o México, las autoridades optaron por prohibir su exhibición, considerándola abiertamente blasfema. En otros lugares, se implementó una censura parcial o se limitó su distribución para prevenir disturbios.
Por el contrario, Mel Gibson nunca se sintió alineado con esa interpretación. Su sensibilidad religiosa lo conduciría años más tarde hacia una dirección diferente: dirigir La Pasión de Cristo en 2004. Rodada en arameo, latín y hebreo, dicha obra retrataba con contundencia las últimas horas de Jesús, desde su oración en Getsemaní hasta la crucifixión. Su violencia explícita generó opiniones encontradas, pero su impacto fue considerable: con un presupuesto reducido, generó ingresos superiores a 600 millones de dólares y se convirtió en un fenómeno global. Entre críticas y elogios, el cineasta halló un estilo distintivo: representar el sufrimiento físico para enfatizar la dimensión espiritual.
La disparidad entre ambas producciones es notable. Scorsese planteaba un Jesús tentado y humano; el protagonista de Braveheart presentó a un Cristo redentor que acepta el sufrimiento como sacrificio. La primera obra fue considerada como una herejía; la segunda, como un acto de fe filmado con una potencia raramente vista en Hollywood. Ambas, sin embargo, terminaron coexistiendo en la memoria colectiva como dos perspectivas opuestas sobre un mismo misterio.
Hoy, más de dos décadas después, el cineasta australiano se encuentra en la fase de preparación de la secuela de su proyecto. La Resurrección de Cristo se filmará en los estudios de Cinecittà en Roma, así como en diversos lugares históricos de Italia. No se tratará de una simple continuación: el relato abarcará un arco narrativo significativamente más extenso, que incluirá episodios tales como el descenso a los infiernos, la caída de los ángeles, la victoria sobre la muerte y la difusión del cristianismo hasta la muerte de los últimos apóstoles. Jim Caviezel volverá a interpretar el papel de Jesús, esta vez utilizando técnicas digitales que rejuvenecerán su rostro, con el fin de mantener la coherencia con la película anterior. El director ha calificado esta nueva obra como «la más ambiciosa» de su trayectoria. Para su redacción, ha colaborado con Randall Wallace, guionista de Braveheart. La intención no se limita a recrear escenas espectaculares, sino que busca reflejar la esencia de la fe cristiana: el triunfo de la vida sobre la muerte.
No iba el papel con sus convicciones religiosas.
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