LA PELICULA QUE JOHN FORD ODIABA DE SU FILMOGRAFIA.
John Ford fue un maestro. Un virtuoso que combinó la innovación técnica con una profunda comprensión de la cultura americana. Su cronología cinematográfica refleja la evolución del cine y su legado perdura como un pilar esencial en la historia del séptimo arte. No obstante, existen obras que le dejaron una profunda huella y otras que representaron una carga para él. Fue un pionero en sus técnicas y creó una obra maestra, su película ideal: Las uvas de la ira, adaptada de la novela homónima de John Steinbeck, por la cual recibió múltiples distinciones. En contraposición, está Paz en la tierra. Con este filme, lejos de experimentar satisfacción, fue un sufrimiento.«Renuncié, pero tenía un contrato y tuve que realizarla», expresó con frustración en una entrevista con Peter Bogdanovich. La película no se alineaba con el estilo y la sensibilidad del director, quien a lo largo de su trayectoria, dirigió aproximadamente 150 films. Se identificaba más con sus wésterns y dramas épicos. Esta desconexión temática generó un descontento personal, pero lo que realmente le desanimó fueron las limitaciones que enfrentó.
«Te pagaban una considerable suma de dinero y había pocos impuestos sobre la renta, así que tragabas tu orgullo y te ponías a rodar», afirmó en la misma entrevista, admitiendo que si dependiera de él, no lo habría hecho. «Desearía poder olvidarla. Luché hasta el final contra ella», admitió. La experiencia fue aterradora y llegó a declarar que era la peor película de toda su carrera.
La producción retrata la historia de la familia Girard y su imperio algodonero. Una empresa textil que lograron sostener durante un siglo. La narrativa se desarrolla en Nueva Orleans, Inglaterra, Francia y Alemania, en épocas de conflicto, como la Primera Guerra Mundial o el Crac del 29. La cinta se centra en los esfuerzos de la familia por mantener su negocio a flote mientras preservan la unidad familiar.
A primera vista, podría considerarse uno de sus dramas épicos, pero la realidad es muy distinta, su participación fue limitada. Ford estuvo poco implicado en el guion, siendo Reginald Berkeley quien figura como guionista. Berkeley era un exdiputado del Partido Liberal de Inglaterra que, tras no tener éxito en su carrera política, buscó el estrellato en el cine. Este hecho ya provocó en Ford un arrepentimiento por haber aceptado el trabajo, pero el remordimiento creció al darse cuenta de que no tenía ninguna libertad creativa. «Odiaba esa maldita cosa. Era realmente una película horrible; no tenía nada que expresar, y no había espacio para la comedia», confesó afligido.
A diferencia de su percepción del largometraje, la crítica le otorgó una buena acogida. Algunos expertos valoraron la capacidad del director para, incluso cuando no le agradaba el material, incorporar destellos de su característico manejo del paisaje y la composición visual. Esta dualidad entre el desdén personal de Ford y la apreciación crítica destaca el complejo e importante legado de un cineasta que, incluso en sus trabajos menos favorecidos, conseguía dejar una huella perdurable.
No la he visto, y me gustaría opinar si había para repudiarla o no.
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