"EL CABALLERO DEL DRAGON", EL MAYOR FRACASO DEL CINE ESPAÑOL.
En 1985, en el contexto de la movida madrileña que influenciaba la vida cultural de Madrid, el director, guionista y productor Fernando Colomo—nacido en La Habana en 1946 y responsable de éxitos como ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? (1978)—decidió llevar a cabo su ambición más desmesurada dentro del cine español: la filmación de El caballero del dragón, una epopeya de ciencia ficción medieval con un costo superior a 300 millones de pesetas (equivalente a dos millones de euros) y un elenco internacional encabezado por Harvey Keitel, Klaus Kinski y Miguel Bosé.El alto costo se incrementó por múltiples razones: la creación de grandes decorados—como el castillo fortificado y los paseos medievales—se llevó a cabo de manera artesanal en estudios de Madrid; la necesidad de importar tecnología para postproducción y el desarrollo de animaciones rudimentarias requirieron asesoría externa y equipos especializados; además, los honorarios considerablemente elevados de los astros internacionales, junto con los costos relacionados con su alojamiento y transporte, también contribuyeron; finalmente, la duración del rodaje, extensiva debido a las demandas de Klaus Kinski y las dificultades técnicas, generó gastos adicionales por el alquiler de equipamiento y personal.
No obstante, su estreno resultó en un fracaso rotundo que convirtió a la película en un símbolo del mayor descalabro crítico y comercial en la historia del cine de nuestro país. Estas anécdotas, compartidas por Fernando Colomo y su equipo durante la retrospectiva del Festival CutreCon—especializado en revivir fracasos que se han transformado en películas de culto—, ponen de manifiesto hasta qué punto la filmación rozó lo absurdo.
La historia de la película se iniciaba en un renovado pueblo de la Europa medieval, donde los habitantes creían haber avistado un dragón que devoraba a sus ovejas. En verdad, la princesa Alba—interpretada por María Lamore en su primer trabajo cinematográfico—es secuestrada por una nave espacial que todos confunden con el temible monstruo. Horas más tarde, la princesa regresa milagrosamente y en perfectas condiciones, aunque "totalmente enamorada del extraterrestre que la raptó", lo que desencadena pasiones, intrigas y magia en el castillo.
Para interpretar a Klever, Colomo reclutó a Harvey Keitel, un actor estadounidense de sólida trayectoria y habitual colaborador de Martin Scorsese (Taxi Driver en 1976 y Reservoir Dogs en 1992). Keitel aceptó el papel en un momento de su carrera que enfrentaba desafíos, al punto que, años más tarde, describiría este periodo como "el momento más bajo de mi carrera". Colomo señala que precisamente esa situación fue lo que llevó al actor a asumir el reto. "Por eso hizo esta película", comenta con una sonrisa melancólica. En el papel del hechicero Boecius, se encontraba Klaus Kinski, cuya reputación de carácter impredecible marcó cada jornada de filmación. Kinski llegó a expresar su ira hacia el equipo técnico y exigió modificaciones a última hora en el guion, lo que transformó el plató en un ambiente de tensión constante.
«El rodaje fue verdaderamente caótico», rememora el director de fotografía José Luis Alcaine. El momento crítico se produjo durante una escena filmada en un lago: «Realizamos una toma con los extras ataviados con armaduras y uno de ellos cayó al agua; debido al peso de la armadura, no podía mantener la flotabilidad». Gracias a la rápida acción de un electricista, apodado «Carlitos de Miguel», el figurante fue rescatado «en el último instante» y, como una broma recurrente, se le designó de manera definitiva con la frase: «es que yo soy el que casi se ahoga». Ese episodio no impidió que Keitel, con incredulidad, preguntara: «¿Me estás diciendo que me tengo que meter ahí? » antes de ponerse la armadura y zambullirse en el agua.
Simultáneamente, el papel del enigmático alienígena, inicialmente destinado a Imanol Arias—quien fue descartado tras observar un boceto que «era un horror. No encajaba en absoluto»—, pasó a ser interpretado por Miguel Bosé, cuya presencia brindó el carisma que el proyecto requería, aunque no fue suficiente para detener los continuos sobrecostes. Mientras la preproducción se encontraba en una situación precaria, Stan Torchia, un traductor estadounidense contratado de inmediato, demandó un papel más significativo: «Estoy contribuyendo tanto a la película que deberían darme un cargo», y así logró obtener el puesto de productor ejecutivo.
El resonante fracaso de El caballero del dragón rápidamente se convirtió en una leyenda. En 1992, durante el Festival de Sitges, Quentin Tarantino sorprendió a Colomo al preguntarle: «¿Tú hiciste una película con Harvey Keitel, no? ». Cuando el director no recordaba el título en inglés, Tarantino lo proporcionó sin dudar: «Star Knight».
Cuatro décadas después de aquel colapso, El caballero del dragón ha regresado con una copia restaurada en 4K que se presentó en el Festival CutreCon de Madrid. Fernando Colomo lo celebró con su icónica filosofía: «Me parece genial. Es una manera de redescubrir el sentido lúdico del cine, de divertirse con lo que a otros les parece atroz».
Una historia mediaval con extraterrestres incluidos que venía a ser una especie de fabula puesta al día de la leyenda de San Jorge. En fin, flojita.
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