MUCHAS GRACIAS, MISTER SCROOGE (1970)

 EL CINE DE LOS AÑOS 70

MUCHAS GRACIAS, MISTER SCROOGE (1970)
REPARTO: ALBERT FINNEY, ALEC GUINNESS, EDITH EVANS, KENNETH MORE, KAY WALSH MICHAEL MEDWIN, LAURENCE NAISMITH, DAVID COLLINGS, ANTON RODGERS, SUZANNE NEVE, ROY KINNEAR, GORDON JACKSON
DIRECTOR: RONALD NEAME
MÚSICA: LESLIE BRICUSSE
PRODUCTORA: CINEMA CENTER FILMS
DURACIÓN: 114 min.
PAÍS: REINO UNIDO
Quizá lo más sorprendente de Muchas gracias, Mr. Scrooge no sea su fidelidad al espíritu de Dickens, sino la manera en que una historia tan conocida puede renacer en clave musical sin perder ni un ápice de encanto. La película, más que una adaptación, funciona como un pequeño milagro de equilibrio: un musical que rehúye el sentimentalismo fácil y que, aun así, se entrega a la esperanza con una alegría contagiosa.


El responsable de esta armonía es Leslie Bricusse, cuyo guion, tan firme como ligero, se entrelaza con canciones que avanzan la narrativa sin forzarla. Ronald Neame, por su parte, comprende la textura emocional del libreto y la traslada con una puesta en escena que no se detiene un instante. Su dirección, consciente del valor del ritmo, divide la obra en cinco actos que se suceden con una lógica interna impecable; cada uno aporta una pieza al arco emocional del protagonista, que termina convertido en un personaje tan miserable como magnético, tan desagradable como profundamente humano.

Albert Finney ocupa el centro de esta maquinaria con un trabajo portentoso. Su transformación, pausada pero nítida, se apoya en una gestualidad minuciosa que convierte cada evolución en una pequeña revelación. A su alrededor desfilan tres figuras fantasmales que marcan el tono del film: Alec Guinness, cuya naturalidad resulta esencial para que el primer encuentro con lo sobrenatural no pierda verosimilitud; Edith Evans, cálida y chispeante como el recuerdo de unas navidades pasadas que aún guardan ternura; y Kenneth More, que en su breve aparición como espíritu de lo presente condensa la simpatía que impregna toda la película.

El desenlace, concebido como una explosión festiva, se presenta casi como un espectáculo dentro del propio film, un clímax que impulsa al espectador a la misma alegría que transforma a Scrooge. Esa capacidad de cerrar con júbilo sin caer en la sensiblería es, quizás, la mayor virtud de la cinta.

En definitiva, se trata de una obra navideña ejemplar: accesible, llena de energía, fiel a su propósito y resuelta con una fluidez que pocas del mismo género pueden presumir. Un clásico que reivindica la sencillez bien entendida y que confirma que, incluso en tiempos de cinismo, todavía hay espacio para los relatos que celebran la posibilidad de cambiar.



Comentarios

  1. Excelente versión musical del clásico de Dickens "El cuento de Navidad" que incluso tiene unas gotas de cine de terror y fantástico. Albert Finney esta genial en el papel de Scrooge.

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