LA PEOR PELICULA DE PAUL NEWMAN SEGÚN EL PROPIO NEWMAN.
Resulta curioso que uno de los rostros más célebres de la historia del cine debiera parte de su carrera a un tropiezo académico. Paul Newman, expulsado de la universidad y obligado a replantearse su destino, encontró en ese revés la puerta hacia su verdadera vocación. Aquel joven daltónico que jamás llegó a ver el azul exacto de sus propios ojos terminaría formándose en el Actors Studio, debutando en Broadway y preparando, casi sin saberlo, una filmografía que acabaría siendo legendaria.
Décadas después, su prestigio era tan firme como su discreción. Difícil encontrar en él una palabra amarga sobre sus trabajos, incluso sobre aquellos que preferiría olvidar. En contadas ocasiones deslizó alguna crítica con fina ironía: célebre fue su iniciativa de publicar anuncios para suplicar al público que no viera El cáliz de plata en televisión. Y, sin llegar a ese extremo, tampoco ocultó cierta aversión hacia El coloso en llamas, superproducción que terminó convertida en una fuente inesperada de tensiones.
La historia del rodaje, revelada en el libro Paul and Me, ilumina hasta qué punto la relación entre Newman y Steve McQueen estaba marcada por una rivalidad feroz. La disputa por el peso de sus personajes —quién tenía más líneas de diálogo, quién ocupaba un lugar central en la trama— derivó en maniobras poco elegantes: McQueen llegó a solicitar en privado al guionista un aumento de parlamentos sin consultar al director. Aquel pulso de egos, más económico que artístico, erosionó cualquier posibilidad de colaboración futura.
Y sin embargo, El coloso en llamas fue un fenómeno. Con un presupuesto modesto para la época, apenas 14 millones de dólares, superó los 200 millones en taquilla, cifra extraordinaria para principios de los setenta. Aunque la crítica la consideraba por debajo de las capacidades de Newman, él zanjó el debate con su característico porte: «Probablemente sea basura», dijo, «pero es una basura muy distinguida».
La rivalidad con McQueen, además, tuvo consecuencias más duraderas. Fue ese mismo desencuentro el que impidió que el llamado “Rey del Cool” se convirtiera en el Sundance Kid de Dos hombres y un destino: al exigir igualdad absoluta en protagonismo y líneas de diálogo, el estudio optó por Robert Redford. El resto ya es historia.
Por entonces Newman acumulaba ya buena parte de los títulos que lo consagrarían: El buscavidas, La leyenda del indomable, La gata sobre el tejado de cinc, El golpe, Camino a la perdición. Nueve nominaciones al Oscar jalonaban una carrera que alcanzaría el reconocimiento oficial en tres momentos clave: el Oscar honorífico de 1985, la estatuilla al mejor actor por El color del dinero un año después y el Humanitario Jean Hersholt en 1993.
Así, entre éxitos indiscutibles, rivalidades legendarias y una humildad que jamás abandonó, Newman se consolidó como uno de los grandes mitos del cine. Un actor que brilló por su talento, sí, pero también por esa serenidad con la que enfrentaba incluso sus propias “películas basura”.

Para mi su peor pelicula es El cáliz de plata y en cuanto a El coloso en llamas, creo que es mas bien celos de que allí estaban Steve McQueen y Newman dejo de ser el centro de atención de la pelicula en favor de McQueen. Para mi El coloso en llamas es una de las tres mejores peliculas del llamado cine de catástrofes.
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