EL OJO CRITICO
JAY KELLY (2025)
REPARTO: GEORGE CLOONEY, ADAM SANDLER, LAURA DERN, BILLY CRUDUP, EVE HEWSON, RILEY KENOUGH, GRACE EDWARDS, STACY KEACH, JIM BROADBENT, PATRICK WILSON, GRETA GERWIG, ALBA ROHRWACHER, JOSH HAMILTON
DIRECTOR: NOAH BAUMBACH
MÚSICA: NICHOLAS BRITTELL
PRODUCTORA: PASCAL PICTURES
DURACIÓN: 132 min.
PAÍS: ESTADOS UNIDOS, REINO UNIDO, ITALIA
Desde sus primeros compases, Jay Kelly parece una comedia amable sostenida por el carisma de George Clooney, pero el espejismo se desvanece pronto. Lo que emerge, casi en silencio, es un estudio sobre la identidad erosionada por la fama y la incapacidad del actor para distinguir dónde termina su vida y dónde empieza la ficción. El personaje interpretado por Clooney se mira en un reflejo que no siempre reconoce; y Baumbach, con deliberada insistencia, observa ese desconcierto como quien examina una grieta en un cristal que parecía indestructible.
Quizá por eso funciona tan bien la irrupción de Ron, el personaje de Adam Sandler. No es solo un compañero de viaje, sino la brújula emocional que permite medir la distancia entre lo que Kelly cree ser y lo que realmente queda de él. Ambos comparten el peso de la edad, aunque cada uno arrastra un tipo distinto de vacío. Y mientras el entorno del protagonista empieza a desvanecerse —amigos que se apean, afectos que se diluyen—, Ron permanece como la figura humilde que sostiene lo que queda en pie. La película parece preguntarse, con delicadeza, cuántos viven para Kelly… y cuántos tienen, realmente, a alguien que viva para ellos.
En medio de esa deriva emocional, un pasajero formula una frase que altera el pulso del relato: “Veo mi vida en tus películas”. El comentario, ambiguo hasta la incomodidad, funciona como declaración de amor, pero también como recordatorio cruel. El cine, para quienes lo ven, ofrece respuestas; para quienes lo hacen, a veces solo abre heridas. Esa asimetría recorre la obra como un latido: el público encuentra espejos; Kelly, en cambio, ha perdido el suyo.
Lo irónico es que la película nunca muestra con plenitud el territorio donde ese desajuste duele más: la relación del protagonista con sus hijas. Baumbach apenas insinúa ese vacío —la llamada desde el bosque, el viaje europeo que desencadena todo— y, aun así, esa ausencia incompleta se vuelve un elemento dramático poderoso. Lo que no se muestra pesa tanto como lo que sí, como si la omisión fuese ya una respuesta a la vida que Kelly no ha sabido mirar.
Esa mezcla de presencia y vacío se refleja también en la forma: bloques breves, quiebres de memoria y dos flashbacks que dialogan entre sí como piezas de un mismo rompecabezas. El recuerdo del profesor que advierte que “ser uno mismo es lo más difícil” se cruza, tiempo después, con la audición ante Schneider, revelada con humor y al mismo tiempo con asombro. Baumbach juega con el tiempo como quien desplaza levemente una luz para mostrar otra textura. El pasado se desliza hacia el presente sin transición, y esa fluidez revela más sobre Kelly que cualquier parlamento.
A pesar de su aparente ligereza, Jay Kelly fluye entre la comedia y la melancolía con una naturalidad inquietante. La risa funciona como envoltura; el dolor, como el peso que la sostiene. Bajo la superficie amable asoma el cansancio de una vida vivida entre focos, la sospecha de que todo éxito deja sombras y que, a veces, el brillo solo sirve para ocultar aquello que ya se ha perdido.
Al final, la película no habla únicamente de Clooney, ni de Baumbach, ni de la industria en la que ambos habitan. Habla de una condición universal: la de volver la vista atrás cuando ya queda poco por recorrer y preguntarse qué decisiones fueron nuestras y cuáles tomamos porque no supimos detenernos. Jay Kelly es imperfecta, sí, pero esa imperfección la humaniza. En su mezcla de artificio y verdad late una pregunta que trasciende al personaje: qué queda de un hombre cuando se apagan las cámaras y el silencio, por fin, cae sobre él.


Una película que aparenta ligereza pero esconde un trasfondo profundo: Jay Kelly no solo habla de la fama y sus grietas, sino de la fragilidad de la identidad cuando se confunde con el personaje.
ResponderEliminarBaumbach logra que la comedia se convierta en espejo incómodo, y Clooney, junto a Sandler, nos recuerdan que detrás del brillo siempre hay sombras
Yo la considero uno de esos dramas pertenecientes al subgénero de cine dentro de cine, no esta a la altura de peliculas como Dos semanas en otra ciudad y sobretodo Cautivos del mal; pero es un interesante retrato de las estrellas de cine y mas concretamente las veteranas, unas personas que si lo tienen todo, pero también viven en la mas profunda de las soledades interiores. En el reparto un recuperado Stacy Keach y un Adam Sandler que demuestra que dentro puede haber un buen actor en potencia.
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