LA PELICULA CON ELIZABETH TAYLOR QUE LA CENSURA FRANQUISTA PROHIBIO POR INMORAL Y CON CANIBALISMO.
Durante el franquismo, la censura no solo fue férrea: también, a su manera, extravagante. En ocasiones, su celo moralista alcanzó niveles de surrealismo involuntario. El ejemplo más célebre sigue siendo Mogambo: incapaces de tolerar una infidelidad, los censores decidieron que Grace Kelly y Donald Sinden fueran hermanos en el doblaje español. Así, por evitar el adulterio, convirtieron la película en una historia de incesto. También Buñuel sufrió su ingenio: al revisar Viridiana, le sugirieron que suavizara el final con una “partida de cartas”. El aragonés, obediente a su modo, cerró su obra con el primer ménage à trois del cine español.
Pero hubo casos más graves, más silenciosos y, en cierto modo, más crueles. De repente, el último verano, dirigida por Joseph L. Mankiewicz y basada en la obra de Tennessee Williams, fue una de esas víctimas. El filme, que reunía a Elizabeth Taylor, Montgomery Clift y Katharine Hepburn, se rodó parcialmente en España, en el luminoso paisaje de Begur, Girona. Paradójicamente, el país donde se filmó no pudo verla hasta casi tres décadas después.
En una de sus secuencias más perturbadoras, un hombre —cuyo rostro nunca llega a mostrarse— huye aterrorizado por las calles empedradas de una ciudad costera. De cada esquina surgen niños que lo cercan, lo empujan, lo arrastran hacia lo alto, hasta una colina coronada por los restos de un templo. Allí, lo devoran ante la mirada horrorizada de su prima, interpretada por Elizabeth Taylor. El hombre era encarnado por Julián Ugarte, actor vasco que ni siquiera aparece en los créditos.
Aquella escena, cargada de simbolismo y de una violencia apenas sugerida, fue suficiente para que la censura española dictaminara su prohibición. El filme fue tachado de “inmoral” por su “predilección por el homosexualismo”, su “complejo de Edipo” y otras “anormalidades” que, según el régimen, lo convertían en una amenaza moral. Cuando años después se volvió a presentar, la respuesta fue igual de absurda: “Lo inadmisible —alegaron entonces— es la localización española, y más concretamente catalana, de la parte final del filme”.
Y así, mientras el resto del mundo debatía sobre los límites del deseo y la represión en la obra de Tennessee Williams, España permanecía ajena, atrapada en su propio miedo. Solo en 1979, con el dictador ya muerto y los viejos censores jubilados o derrotados por el tiempo, De repente, el último verano pudo proyectarse libremente en los cines del país donde había nacido parte de su historia.
Una ironía deliciosa: aquello que se prohibió por “inmoral” acabó siendo, décadas después, una lección de arte, libertad y memoria.

Una pelicula con una fuerte carga psicologica con tres brillantes interpretaciones, imagino que en buena parte los censores se vieron escandalizados por las escenas en bañador blanco de Elizabeth Taylor marcando su anatomía, lo cual haría aumentar la temperatura en las plateas nacionales.
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