COMO EL ACTOR ITALIANO NINO MANFREDI SE COLÓ EN UNA DE LAS MEJORES PELICULAS DEL CINE ESPAÑOL.
Luis García Berlanga dirigió a José Luis López Vázquez en una decena de producciones cinematográficas, de las cuales algunas son indiscutibles obras maestras, como Plácido de 1963, mientras que otras son comedias singulares tales como ¡Vivan los novios! de 1970, La escopeta nacional de 1978 y Patrimonio nacional de 1981. No obstante, el director valenciano lamentó no haber podido otorgar a López Vázquez uno de los roles más destacados de su carrera fílmica, un papel que se consideró fundamental y significativo en su obra, al tiempo que representaba una clara declaración de intenciones que trascendía fronteras y desafiaba a la censura. Así, el considerado mejor actor español de todos los tiempos no tuvo la oportunidad de encarnar a José Luis, el protagonista de El verdugo.En 1963, Berlanga desarrollaba el guion de lo que se convertiría en su séptima película, la cual coescribió junto a Rafael Azcona, con quien había trabajado recientemente en Plácido, y Ennio Flaiano, quien también fue coguionista de La dolce vita y de Federico Fellini, 8 y medio. La inclusión del guionista italiano no fue fortuita, sino que resultó de una colaboración anterior exitosa en Calabuch, la obra más accesible del director, y de la inyección de capital italiano en el proyecto. Esta situación implicó otras condiciones, como la elección de Tonino Delli Colli como director de fotografía, aunque esta no fue la única exigencia.
Al igual que otros directores guionistas, desde Billy Wilder hasta Woody Allen, Berlanga concebía sus personajes teniendo en mente a los actores que les darían vida. Eso fue precisamente lo que hizo con el personaje de José Luis en El verdugo, un empleado de una funeraria que se enamora de la hija de un verdugo y cuya trayectoria parece conducirlo a desempeñar el oficio de su futuro suegro. Contaba con el excepcional Pepe Isbert para interpretar este último papel; con Emma Penella, a quien había observado en el teatro, para representar a la desafortunada hija que ahuyenta a todos sus pretendientes debido a la macabra ocupación de su padre; y, por supuesto, tenía a José Luis López Vázquez como la opción ideal para encarnar al futuro verdugo.
Sin embargo, para que la película obtuviera financiamiento por parte del país transalpino, el papel principal debía ser interpretado por un actor italiano, lo que también aseguraría la difusión de El verdugo en las salas comerciales de Europa. Se considera que los nombres de Alberto Sordi y Rossano Brazzi fueron contemplados, pero el director tuvo que rechazarlos, probablemente porque parecían demasiado temperamentales para el papel de un hombre que debía resultar mucho más gris y anodino. Berlanga comentó: "yo creía que José Luis López Vázquez sería más efectivo, no porque Nino Manfredi no lo fuera, sino porque lo elegí porque era el que más me agradaba de los italianos".
En el discreto estreno de la película en el cine Rosales de Madrid, alejado del bullicio de la Gran Vía, el público manifestó cierta sorpresa al observar al actor italiano interpretando un papel tan claramente español. Sin embargo, la combinación de torpeza, introspección y bondad en su actuación resultó en uno de los personajes más profundamente humanos de toda la obra del extraordinario director.
No obstante, Berlanga decidió mantener a López Vázquez en el proyecto, asignándole un rol secundario en la película, donde encarna al hermano del futuro verdugo. A su lado, se reunieron todos los demás actores habituales y sobresalientes: María Isbert, Julia Caba Alba, María Luis Ponte, Ángel Álvarez, José Orjas, Xan das Bolas, Manuel Alexandre, Antonio Ferrandis, Alfredo Landa, Félix Fernández, José Luis Coll, Lola Gaos, Agustín González y José Sazatornil.
Con El verdugo, que obtuvo el Premio FIPRESCI en el Festival de Venecia, el director consolidó su obra maestra más significativa hasta entonces, no solo por ser una crítica incisiva a la pena de muerte, sino también por ofrecer un crudo retrato de la España de la época y de las contradicciones de un país que, en plena década de los 60, intentaba abrirse al mundo mientras aún permanecía firmemente aferrado a su pasado. El resultado es una obra maestra completa, una comedia de humor negro que, a pesar de su profunda tristeza y peculiarmente entretenida, presenta de manera sofisticada, aunque macabra, una de las mayores atrocidades de nuestra historia reciente, como fue el garrote vil.
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