PAUL NEWMAN CONTRA SU PROPIA SOMBRA.

 PAUL NEWMAN CONTRA SU PROPIA SOMBRA.


Hay actores que conviven con sus primeras películas como con viejas fotografías incómodas. Paul Newman, en cambio, decidió pelear abiertamente contra una de ellas. El cáliz de plata no solo no figura entre los títulos más estimados del Hollywood clásico, sino que para su propio protagonista fue una losa temprana, una herida abierta que nunca terminó de cerrarse.

Años después de haber iniciado una carrera ya sólida, Newman seguía recordando aquella experiencia con una mezcla de pudor y desasosiego. En su autobiografía confesó que ver la película por primera vez fue casi traumático, hasta el punto de pensar que su trayectoria había nacido y muerto en el mismo título. Llegó incluso a ironizar con amargura sobre el dudoso honor de haber participado, según él, en una de las peores películas de toda la década de los cincuenta.

Paradójicamente, aquel papel le valió una nominación al Globo de Oro como actor revelación, un reconocimiento que no sirvió para suavizar su juicio. El problema no era solo el resultado final del film, sino también su propia interpretación, que Newman consideraba fallida. Esa incomodidad fue creciendo con el paso del tiempo, lejos de diluirse con el éxito posterior.

El episodio más revelador de esa relación tormentosa llegó en 1963, cuando El cáliz de plata iba a emitirse por televisión en Los Ángeles. En un gesto tan insólito como honesto, Newman compró anuncios en la prensa pidiendo disculpas anticipadas al público y rogando, poco menos, que no viera la película. Lo presentó como un “servicio comunitario”. El efecto fue exactamente el contrario: la curiosidad disparó la audiencia y la emisión se convirtió en una de las más vistas de la semana. Newman había aprendido, a su pesar, que nada atrae tanto como una disculpa pública.

Décadas más tarde, el actor seguía reflexionando sobre aquella elección con una lucidez casi despiadada. Reconocía que muchas veces había aceptado proyectos por motivos prácticos: porque estaban disponibles, porque necesitaba trabajar, porque un guion mediocre podía llegar en el momento justo mientras otro mejor lo había hecho cuando no podía aceptarlo. Una lógica imperfecta, humana, que desmonta la idea romántica de las carreras guiadas solo por el instinto artístico.

También hablaba sin cinismo del eterno conflicto entre arte y taquilla. Newman sabía que todos los actores sueñan con grandes éxitos comerciales, aunque estos no siempre tengan verdadero valor creativo, y que, al mismo tiempo, películas excelentes pueden fracasar económicamente. El equilibrio entre ambas cosas —decía— es el verdadero milagro del cine.

Y ese milagro, al final, sí ocurrió en su carrera. Newman logró algo poco común: ser una estrella rentable y, a la vez, un intérprete respetado. Títulos como La gata sobre el tejado de zinc, El largo y cálido verano, Dos hombres y un destino, El golpe o Veredicto final no solo consolidaron su imagen ante el público, sino que confirmaron su peso artístico.

Quizá por eso El cáliz de plata nunca dejó de dolerle. Porque no fue un simple tropiezo olvidable, sino el recordatorio permanente de lo frágil que puede ser el comienzo incluso para quienes terminan escribiendo una de las grandes historias del cine estadounidense.




Comentarios

  1. A mi la verdad es que no me gusto esta pelicula, en parte creo que contribuyo mucho esa austeridad en decorados, que parecían el escenario de una obra teatral, puede que en teatro fueran idóneos esos decorados pero en el cine no, le daba un aire surrealista, en cuanto a Newman, estaba fatal. Otros actores en su debut en la gran pantalla desprendían magnetismo y buen hacer, Newman era todo lo contario. Pero bueno, a mi la verdad Newman nunca me ha gustado, eso si y he de reconocer que ha hecho buenas peliculas.

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