LA PELICULA QUE DECEPCIONO TANTO SU RESULTADO A WOODY ALLEN, QUE SE OFRECIO A DIRIGIR OTRA DE GRATIS.

 LA PELICULA QUE DECEPCIONO TANTO SU RESULTADO A WOODY ALLEN, QUE SE OFRECIO A DIRIGIR OTRA DE GRATIS.


Tras el huracán creativo que supuso Annie Hall (1977), Woody Allen atravesó uno de los momentos más decisivos de su carrera. La comedia romántica que reinventó el género, coronada con cuatro Oscar —película, dirección, guion y la inolvidable interpretación de Diane Keaton— dejó una impresión tan profunda en United Artists que los productores Charles H. Joffe y Jack Rollins transmitieron al cineasta un mensaje inusual en Hollywood: podía seguir su instinto sin cortapisas. «De ahora en adelante, haz lo que quieras», le dijeron. No era una simple concesión; era una declaración de confianza absoluta.

Y él la tomó al pie de la letra. En lugar de repetir la fórmula ganadora, Allen dio un giro hacia una obra más sobria y contenida: Interiores (1978). Con Diane Keaton aún en el reparto pero sin Allen delante de la cámara, la película mostró una faceta más grave y bergmaniana que desconcertó a algunos, pero que abría una puerta distinta dentro de su filmografía. Ese camino, sin embargo, desembocaría rápidamente en un regreso al romance y a la ciudad que mejor conocía.

En 1979 estrenó Manhattan, una película que muchos consideran la cima estética de su cine… salvo él mismo. Curiosamente, Manhattan es la obra que más incomodidad le ha producido. Cuando visionó el primer montaje, su decepción fue tal que propuso un pacto casi desesperado: dirigiría otra película para United Artists, gratis, si le permitían guardar Manhattan en un cajón. Años más tarde recordaría que su pensamiento fue tajante: «Si esto es lo mejor que puedo hacer, no deberían darme dinero para hacer películas». Su autoexigencia, famosa pero pocas veces tan extrema, rozó entonces el autosabotaje.

Por suerte para el público —y para la historia del cine— la productora ignoró su petición. Parte del mérito recayó en una joven montadora de 26 años, Susan E. Morse, quien reestructuró la película y terminó convirtiéndose en una colaboradora esencial: editaría 21 filmes suyos. Su mirada fresca fue clave para rescatar la obra que Allen estaba dispuesto a enterrar.

El resultado final no solo contradijo los temores del director: Manhattan superó en taquilla a Annie Hall, convirtiéndose en su mayor éxito comercial hasta ese momento. La Academia la reconoció con dos nominaciones al Oscar —Mejor actriz de reparto para Mariel Hemingway y Mejor guion original para Allen y Marshall Brickman—, aunque ninguna se tradujo en estatuilla. Aun así, su fotografía en blanco y negro, su romanticismo imperfecto y su retrato de Nueva York quedaron fijados para siempre en la memoria colectiva.

Que Allen dudara de Manhattan mientras el público la elevaba demuestra algo más profundo: a veces la creación supera incluso la percepción de su autor. Y en este caso, lo que para él fue un fracaso íntimo, para el cine terminó siendo una de sus cumbres.



Comentarios

  1. Pues no se si es tan floja para no estar orgulloso del resultado final, yo de esta primera etapa de Woody Allen, solo he visto, Toma el dinero y corre; se puede decir que el grueso de las peliculas que he visto de él es a partir de los años 80.

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