EL OJO CRITICO
ETERNITY (2025)
REPARTO: MILES TELLER, ELIZABETH OLSEN, CALLUM TURNER, DA’VINE JOY RANDOLPH, JOHN EARLY, BETTY BUCKLEY, OLGA MEREDIZ, BARRY PRIMUS, OLGA PETSA, PANTA MOSLEH, DANNY MAC, ERIK GOW, JEANIE CLOUTIER
DIRECTOR: DAVID FREYNE
MÚSICA: DAVE FLEMING
PRODUCTORA: A24, APPLE ORIGINAL FILMS
DURACIÓN: 112 min.
PAÍS: ESTADOS UNIDOS
¿Qué ocurre cuando el amor deja de estar condicionado por el tiempo? Eternity parte de esa pregunta para construir una comedia romántica con vocación fantástica que, sin grandes alardes, propone un dilema tan sencillo como devastador: Joan llega al más allá y debe elegir con quién pasar la eternidad. No se trata de escoger una vida futura, sino de decidir qué amor merece prolongarse para siempre: el marido con el que compartió décadas de cotidianeidad o aquel amor juvenil interrumpido que ha permanecido intacto en la memoria.
David Freyne plantea el conflicto desde un tono ligero, casi juguetón, y durante buena parte del metraje la película se mueve con soltura en los códigos de una screwball contemporánea. El más allá adopta la forma de un espacio colorista y excéntrico, un gran bazar de eternidades posibles donde las almas deambulan entre puestos luminosos, decisiones imposibles y una atmósfera que roza lo musical. Es un universo visual vibrante que acompaña a unos diálogos ágiles y a situaciones que combinan humor, extrañeza y una melancolía suave pero persistente.
Bajo esa superficie amable, Eternity deja asomar preguntas más incómodas de lo que parece a simple vista: qué queda del amor cuando desaparece el final, si la felicidad puede repetirse o si siempre queda atrapada en el recuerdo de lo que fue. El triángulo amoroso funciona gracias a un guion bien armado y, sobre todo, a la química entre Elizabeth Olsen, Miles Teller y Callum Turner, que sostienen el equilibrio entre comedia y emoción sin caer en el exceso.
Es cierto que en su tramo final la película parece perder algo de valentía. El tono vira hacia un melodrama más convencional, la narración se estira más de lo necesario y algunas de las ideas más estimulantes quedan diluidas en una resolución previsible. Ese cambio resta fuerza al ingenio que había definido la propuesta hasta entonces, aunque no llega a desactivar del todo su encanto.
También influye el contexto. Eternity aterriza en salas en un momento saturado de relatos sentimentales confusos, cargados de mensajes poco saludables sobre el amor y las relaciones. Frente a ese panorama, la película de Freyne se agradece como una comedia romántica de corte clásico, cálida y honesta, que invita a reflexionar sin cinismo ni aspavientos. Quizá por eso el espectador, cansado de tanto ruido emocional, esté dispuesto a mirarla con mayor indulgencia.
Sin ser una obra redonda, Eternity cuenta con armas suficientes para conectar: un viaje emocional sincero, un humor bien dosificado y reflexiones sobre el matrimonio y el amor que se sienten algo más profundas —y menos comerciales— de lo habitual. Puede que no explore hasta el final todo lo que promete, pero deja una sensación amable y persistente, como esas preguntas que no necesitan respuesta inmediata para seguir acompañándonos.


Una comedia romántica muy original en cuanto a su argumento, arranca muy bien pero llega un momento a partir de su segunda hora de metraje que resulta algo cargante cuando la protagonista tiene que decidir, aunque el final todo hay que decirlo que resulta bonito. Los actores incluso los de reparto están correctos, lastima que se cuela por medio algo de ideología woke para ensombrecer la pelicula.
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