CURA DE HUMILDAD DE DANIEL DAY-LEWIS, AL RECONOCER QUE SOLO SE MERECÍA EL OSCAR CON UNA PELICULA. ¿CUÁL ES?.
CURA DE HUMILDAD DE DANIEL DAY-LEWIS, AL RECONOCER QUE SOLO SE MERECÍA EL OSCAR CON UNA PELICULA. ¿CUÁL ES?.
Hay actores cuya relación con el Oscar parece inevitable, casi orgánica. No porque lo persigan, sino porque su manera de estar en el cine los coloca, una y otra vez, en el centro de esa conversación histórica que atraviesa décadas. Daniel Day-Lewis pertenece a esa estirpe singular, la de los intérpretes que convierten cada papel en un acontecimiento y cada ausencia del premio en una nota al pie que no empaña el conjunto.
Mucho antes de convertirse en un nombre reverenciado, Day-Lewis dejó claro que su forma de entender la interpretación no admitía atajos. Mi pie izquierdo fue algo más que un debut triunfal en los Oscar: fue una irrupción. Encarnar a Christy Brown significó asumir el cuerpo, el ritmo y las limitaciones del personaje sin concesiones. Aquella decisión —vivir el rodaje en una silla de ruedas, borrar la frontera entre actor y papel— no respondía a una estrategia, sino a una convicción profunda: actuar era, para él, una experiencia total.
Con los años noventa, su carrera avanzó a contracorriente de la urgencia industrial. Day-Lewis elegía poco y arriesgaba mucho. La edad de la inocencia le permitió explorar el silencio y la represión emocional; En el nombre del padre lo situó en el corazón de una herida política; El último mohicano lo convirtió en un héroe atravesado por la épica y la pérdida. Cada película parecía reforzar la idea de que el Oscar acabaría regresando a su camino, aunque en 1994 fuese Tom Hanks quien se llevara el premio.
Pero quizá la derrota más recordada llegó con Gangs of New York. Su Bill the Butcher era pura fisicidad, violencia y carisma desbordado. Un personaje imposible de ignorar, incluso cuando no estaba en pantalla. La noche de la gala, la ilusión era real, compartida también por Martin Scorsese. Sin embargo, el reconocimiento fue para Adrien Brody, y aquella interpretación quedó suspendida en una paradoja: una de las más influyentes de su carrera, sin estatuilla que la acompañara.
El tiempo, como casi siempre en el cine, puso las cosas en su sitio. Pozos de ambición y Lincoln no solo le dieron dos Oscar más, sino que consolidaron su lugar junto a nombres legendarios como Katharine Hepburn. Y aun así, hay quien sospecha que ese premio no ganado fue el más deseado. No por la victoria en sí, sino porque condensaba todo lo que define a Day-Lewis: riesgo, exceso y una entrega absoluta. Al final, su legado demuestra algo esencial: el cine no lo escriben solo quienes ganan, sino también quienes dejan huella cuando no lo hacen.

Buenos papeles los que ha hecho en el cine, todos brillantes, pero yo de su filmografía me quedo con dos peliculas, En el nombre del padre y El último mohicano.
ResponderEliminar