"ANACONDA", LA HISTORIA DE UNA PELICULA FALLIDA POR AHORRARSE UN PUÑADO DE DOLARES.
Entre secuelas, reinicios y versiones rehechas hasta la extenuación, no es poca cosa encontrar un remake que, al menos, entienda que repetir no basta. Anaconda, que llegó a las salas españolas el 25 de diciembre, opta por un giro claro: donde antes había un intento de terror selvático, ahora hay comedia sin complejos. La película sigue a dos amigos que deciden revisitar el mítico título protagonizado por Jennifer Lopez internándose en la Amazonía, pero el tono ya no busca inquietar, sino divertirse con el recuerdo.
Porque la Anaconda original pertenece a una categoría muy concreta del cine de los noventa. Hoy solo puede verse en plataformas bajo alquiler, como Apple TV+, pero sigue siendo un ejemplo perfecto de aquellas películas duramente vapuleadas por la crítica que, aun así, el público veía con gusto. Eran cintas de calidad más que discutible, sí, pero con una capacidad curiosa para quedarse en la memoria colectiva. Y en el caso de Anaconda, no solo por la serpiente gigante.
Parte de su encanto involuntario reside en una colección de errores que hoy se disfrutan casi con cariño. El más célebre tiene lugar durante la travesía fluvial de la expedición liderada por Jennifer Lopez. El grupo navega por el Amazonas hasta encontrarse con una cascada que obliga al barquero a realizar una maniobra forzada para dar la vuelta y retroceder. Todo parece normal… hasta que uno se fija en el fondo del plano.
La cascada, origen del conflicto, desafía sin pudor las leyes de la física: el agua no cae, asciende. El motivo es menos misterioso de lo que parece. Para abaratar costes —el presupuesto ya iba lo suficientemente justo tras pagar a Lopez y a Jon Voight— el director Luis Llosa decidió reutilizar el plano de aproximación a la cascada, invirtiéndolo en montaje. El barco retrocede, sí, pero el agua, obediente a la lógica del plano original, vuelve a subir.
No es, ni mucho menos, el único desliz. A lo largo de la película aparecen cables de sujeción perfectamente visibles durante ataques de la anaconda o escenas con monos “bienintencionados”. Hay inmersiones en el río de las que los personajes salen milagrosamente secos, peinados que cambian de una toma a otra y barriles de gasolina que se hunden cuando deberían flotar con toda naturalidad.
Y para los más expertos en reptiles, queda el apunte final: las anacondas no gritan. Nunca. Ni siquiera cuando tienen delante a J. Lo en plena selva. Quizá por todo eso, más que por su pretendido suspense, Anaconda terminó convirtiéndose en un clásico accidental. Uno que hoy se revisita con una sonrisa… y que esta nueva versión ha decidido abrazar sin vergüenza.

Yo la verdad la escena de la cascada canta mucho; pero de todas formas es una pelicula que tiene sus defectos, no es una obra maestra, pero yo personalmente me pase un rato distraído, y dudo mucho que la nueva versión que llega esta Navidad en cines sea mejor.
ResponderEliminar