¿QUIEN FUE EL QUINTO MIEMBRO DE LOS HERMANOS MARX?.
Durante décadas, la figura de Gummo Marx ha permanecido en un discreto segundo plano, eclipsada por el estruendo cómico de sus célebres hermanos Groucho, Chico y Harpo, y apenas recordada incluso por quienes saben que Zeppo formó parte del grupo en sus inicios. Sin embargo, Milton Marx —su nombre real— fue una pieza constante, silenciosa y decisiva en la historia del clan.
Nacido entre Groucho y Zeppo, Gummo llegó al mundo en una familia destinada a convertir el caos en arte. Desde niño compartió los escenarios de vaudeville con sus hermanos. Su madre, Minnie, lo bautizó artísticamente como Gummo porque el pequeño Milton no dejaba de moverse, inquieto como una goma elástica. Mientras Groucho cantaba, Harpo se hacía dueño del arpa y de la comedia gestual, y Chico arrancaba carcajadas desde el piano, Gummo se ocupaba del apoyo actoral y del remate humorístico.
La vida, sin embargo, lo empujó hacia otra dirección. El servicio militar en la Primera Guerra Mundial lo transformó profundamente; regresó más reservado, menos atraído por la comedia. Siguió en escena un tiempo, pero cuando los Marx recibieron su primera oferta de Hollywood, fue él quien decidió apartarse y dejar su puesto a Zeppo, el menor de la familia.
Lejos de alejarse, Gummo se convirtió en la fuerza organizativa que sostendría al grupo. Tomó las riendas de la logística, manejó los contratos y negoció, con sorprendente firmeza, el acuerdo inicial con Paramount. Bajo esa primera etapa cinematográfica surgieron títulos esenciales como Los cuatro cocos, Pistoleros de agua dulce, Plumas de caballo y, coronando aquel periodo frenético, la siempre reivindicada Sopa de ganso, donde su espíritu anárquico brilló en todo su esplendor.
Ese clima creativo, hecho de improvisaciones constantes y un humor sin freno, desesperaba a directores como Leo McCarey, pero definió la esencia del grupo. Sin embargo, la incorporación de Zeppo nunca acabó de satisfacerle a él mismo: su rol de galán o contrapunto “serio” lo hizo sentirse invisible. Tras Sopa de ganso, abandonó también la interpretación para unirse a Gummo en una agencia que ambos fundaron, M & H Marx Agency, destinada a representar actores de teatro y cine. En poco tiempo se convirtió en una de las más prestigiosas del sector.
Juntos pilotaron una nueva etapa para los Marx, negociando su llegada a la Metro-Goldwyn-Mayer. El poderoso Irving Thalberg les impuso un método más ordenado y narrativo, del que nacieron Una noche en la ópera, Un día en las carreras, El hotel de los líos, Una tarde en el circo y Los hermanos Marx en el Oeste. Y aunque la troupe se retiró tras Tienda de locos, las deudas de juego de Chico los llevaron de nuevo al set para filmar Una noche en Casablanca y Amor en conserva, ambas gestionadas —cómo no— por Gummo y Zeppo, siempre atentos a proteger a la familia.
En el ámbito íntimo, Gummo distaba mucho del hombre reservado que evitaba el escenario. En reuniones familiares era brillante, ácido, rápido, y dejó para la posteridad una frase que refleja su peculiar sentido del humor: «Años después de retirarme de los escenarios la gente seguía llamándome actor, aunque durante mi carrera la mayoría lo negó vehementemente».
Si la historia ha sido poco generosa con su nombre es porque él eligió el costado menos visible del oficio. Pero desde esa sombra imprescindible, Gummo Marx sostuvo acuerdos, solucionó crisis, abrió puertas y mantuvo unidos a los tres titanes que llevaron el apellido a la inmortalidad cinematográfica. Para sus hermanos, él fue siempre el verdadero encanto de la familia, un héroe silencioso cuya contribución resultó tan vital como la risa que ellos provocaban.

Si Groucho era el que tenía mayor talento y el alma del grupo, este era la mente pensante, el hombre que estaba en la sombra engrasando la maquinaria.
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