CLINT EASTWOOD Y JEAN SEBERG: UN ROMANCE AL SOL DEL OESTE.

 CLINT EASTWOOD Y JEAN SEBERG: UN ROMANCE AL SOL DEL OESTE.

A finales de los años sesenta, Clint Eastwood era el hombre del momento. Su figura de vaquero implacable, construida junto a Sergio Leone en la trilogía del dólar, lo había convertido en icono del spaghetti western. En 1968, cuando le ofrecieron protagonizar La leyenda de la ciudad sin nombre, un musical dentro del mismo universo de pistoleros, nadie podía imaginar que el rodaje se convertiría en el escenario de un drama sentimental digno de una novela de Romain Gary.

Eastwood, entonces casado con Margaret Neville Johnson, mantenía lo que en Hollywood se conocía como un “matrimonio abierto”: una convivencia tolerante con sus constantes escapadas amorosas. Al llegar al set de rodaje, el actor ya tenía dos amantes, pero su destino cambiaría al conocer a su compañera de reparto, Jean Seberg.

La actriz, que venía marcada por el fuego de Al final de la escapada y por su matrimonio con el célebre escritor y diplomático francés Romain Gary, cayó rendida ante el magnetismo de Eastwood. Para él fue otra aventura; para ella, una pasión absoluta. Mientras las cámaras rodaban escenas de amor bajo el sol del Oeste, su relación se confundía con la ficción hasta hacerse indistinguible.

Gary, sin embargo, no compartía la misma tolerancia que la esposa del actor. Cuando Seberg le confesó que se había enamorado del “Hombre sin nombre”, el escritor reaccionó con furia. Según contó la periodista Karina Longworth en su podcast You Must Remember This, el francés llegó a retar a Eastwood a un duelo a muerte, como si el propio western cobrara vida. Pero aquel enfrentamiento nunca llegó a producirse. Romain Gary partió del rodaje, y Jean, desesperada, llamó a su publicista: quería anunciar su divorcio y comenzar una nueva vida junto a Clint.

El final, sin embargo, no tuvo la épica de las películas. Cuando la producción concluyó y los decorados se desmontaron, Eastwood simplemente desapareció. “Era como si no supiera quién era”, escribiría más tarde el biógrafo de Seberg, David Richards. “Jean no podía creer que pudiera ser tan indiferente después de todo lo que había ocurrido. Fue un golpe devastador para ella, una herida profunda en una mujer ya frágil”.

En esa historia, nadie ganó realmente. Ni la esposa paciente, ni la actriz enamorada, ni el escritor humillado. Solo Clint Eastwood, el eterno forastero del western, siguió su camino, dejando tras de sí un corazón roto y una leyenda más en su paso por el desierto de Hollywood.



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