EL 👀CRITICO
CAZA DE BRUJAS (2025)
REPARTO: JULIA ROBERTS, AYO EDEBIRI, ANDREW GARFIELD, WILL PRICE, MICHAEL STUHLBARG, CHLOE SEVIGNY, THADDEA GRAHAM, BELLA GLANVILLE, LIO MEHIEL, SUMMER KNOX, CHRISTINE DYE, ARIYAN KASSAM, BURGESS BYRD
DIRECTOR: LUCA GUADAGNINO
MÚSICA: TRENT REZNOR, ATTICUS ROSS
PRODUCTORA: AMAZON MGM STUDIOS
DURACIÓN: 139 min.
PAÍS: ESTADOS UNIDOS
La nueva obra de Luca Guadagnino se adentra en un territorio que, para desgracia de muchos, se ha convertido en una escena habitual en universidades, empresas y centros de investigación: una acusación que irrumpe sin previo aviso, una institución paralizada por el miedo a tomar una decisión equivocada y un entorno social que se fractura incluso antes de que los hechos se definan. El cineasta no busca establecer culpables ni mártires; elige, en cambio, instalarse en la incertidumbre. Esa renuncia deliberada a ofrecer una postura clara es lo que vuelve la película tan sugestiva: por momentos parece interrogar la cultura de la cancelación, y en otros, apunta hacia la indecisión y el cálculo cobarde de las autoridades.
El guion se desliza por un borde delicado: la exposición constante al escrutinio público. Ese estado de juicio permanente genera una tensión que se sostiene incluso en los tramos más pausados. Puede que algunos espectadores encuentren en el ritmo un exceso de frialdad, una apuesta más cerebral que emocional, pero justamente ahí reside su eficacia como estudio moral: cada gesto, cada silencio, pesa más que cualquier estallido dramático.
Guadagnino, fiel a su estilo, transforma la incomodidad en un motor narrativo. Su puesta en escena es minuciosa, casi clínica. Los pasillos universitarios se filman como corredores judiciales; los despachos, como salas de interrogatorio. La película se convierte en un laberinto ético del que no se sale indemne. Más que contar una historia, disecciona un clima, un ecosistema donde la verdad se vuelve difusa y la percepción adquiere un poder devastador.
En ese espacio gris se mueven interpretaciones notablemente afinadas. Julia Roberts entrega una de sus composiciones más ásperas de los últimos años. Despojada de encanto y carisma, encarna a una mujer atrapada entre la vocación y el temor, entre la autoridad y la culpa. Ayo Edebiri aporta un contrapunto vibrante como la denunciante: su personaje oscila entre la vulnerabilidad, la determinación y una intensidad imprevisible que impide etiquetarla con facilidad. Por su parte, Andrew Garfield da vida a un profesor cuyo comportamiento nunca termina de definirse. En un momento inspira confianza; al siguiente, sospecha. Esa ambigüedad es el corazón de la película.
La fotografía insiste en tonos fríos, pulcros, casi quirúrgicos, que contrastan con la maraña de dilemas éticos que se debaten en pantalla. El montaje, deliberado y sereno, sugiere que cada escena ha sido examinada como si pasara por un comité ético invisible. La forma refuerza el tema: la distancia dolorosa entre lo que parece justo y lo que realmente lo es.
El resultado es un drama afilado, elegante y profundamente incómodo, un film que se desliza hacia el thriller psicológico sin renunciar a la reflexión. No busca emociones fáciles ni conclusiones redentoras. Busca conversación. Busca incomodarte.


La pelicula en sus inicios es como si fuera una pelicula de Woody Allen donde los actores hablan sin parar, luego se convierte en un drama sobre la docencia, una violación y una relacion entre dos profesores; pero el film es frio, lento muy soso, donde los actores al hablar parece que susurren, en fin en mi opinión es excesivamente largo y bastante flojo.
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