XAVIER CUGAT, EL PRIMER ESPAÑOL CON ESTRELLA EN EL FAMOSO PASEO DE LA FAMA DE HOLLYWOOD.
En la pantalla dorada de Hollywood, antes de que un español pisara el Paseo de la Fama, un gerundense ya brillaba con cuatro estrellas. Xavier Cugat nació el 1 de enero de 1900 en la plaça del Oli de Gerona, y desde niño supo que la vida se baila al compás de la música. Hijo de un electricista republicano y una modista, su familia se exilió en 1904; tras un viaje de 47 días que incluyó escala en Cuba, se quedaron en La Habana. Allí, entre callejones y plazas, un vecino valenciano le entregó un violín, y el pequeño prodigio tocaba a Bach con tal precisión que a los 12 años ya era primer violín de la Orquesta Sinfónica de La Habana.Pero el destino le esperaba en Manhattan. Una caricatura de Enrico Caruso en el Bar Gómez cambió su rumbo: animado por el tenor, partió hacia Nueva York, sin un dólar y sin hablar inglés, con la determinación de conquistar la música y el mundo. Tocó en el Carnegie Hall y soñó con ser concertista, pero su pragmatismo lo llevó a la rumba, los tangos y la diversión: «Prefería tocar Chiquita Banana y tener piscina que tocar a Bach y morirme de hambre».
Hollywood lo recibió primero como caricaturista en Los Angeles Times, hasta que Rodolfo Valentino lo impulsó a crear «Cugat y sus Gigolós» para Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Era cine mudo, pero sus tangos bailaban en la pantalla, anunciando que la música latina tenía un nuevo rey. Su orquesta se convirtió en residente del Waldorf Astoria de Nueva York, y con Miguelito Valdés, Tito Rodríguez y Cole Porter, firmó éxitos como Begin the Begin, instaurando la risa, el baile y el glamour en la Gran Manzana.
Su vida amorosa era tan vibrante como su música. Cinco matrimonios —Rita Montaner, Carmen Castillo, Lorraine Allen, Abbe Lane y Charo—, divorcios escandalosos y aventuras que parecían guiones de cine, incluidas intervenciones legendarias como la de Al Capone, componían un relato paralelo a su carrera. Cada boda, cada ruptura, cada concierto parecía sacado de una película en Technicolor, con luces brillantes, fiestas interminables y la música como protagonista.
Cuando volvió a Barcelona durante la Transición, la riqueza material se había evaporado, pero su aura permanecía intacta. Murió el 27 de octubre de 1990, olvidado para algunos, pero inmortal para otros. Las cuatro estrellas que adornan el Paseo de la Fama recuerdan al niño de Gerona que enseñó a América a bailar, al hombre que convirtió la rumba y la alegría en un lenguaje universal, y al artista que, entre maracas y tangos, hizo del mundo un escenario.
Xavier Cugat no solo conquistó Hollywood: lo hizo vibrar.

Cugui en el cine se limito a aparecer dirigiendo su orquesta y en papeles de reparto, generalmente de tipo simpatico y dicharachero.
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