LOS ROSE (2025)

 EL 👀 CRITICO

LOS ROSE (2025)
REPARTO: BENEDICT CUMBERBATCH, OLIVIA COLMAN, ANDY SAMBERG, KATE McKINNON, NCUTI GATWA, SUNITA MANI, ZOE CHAO, HALA FINLEY, JAMIE DEMETRIOU, ALLISON JANNEY, BELINDA BROMILOW, EMILY PIGGFORD
DIRECTOR: JAY ROACH
MÚSICA: THEODORE SHAPIRO
PRODUCTORA: SEARCHLIGHT PICTURES
DURACIÓN: 106 min.
PAÍS: ESTADOS UNIDOS, REINO UNIDO
The Roses arranca como una farsa y termina como una disección emocional. Jay Roach, más conocido por su vena cómica que por el drama, entrega aquí una sátira teatral y exuberante, una comedia que parece disfrutar del artificio tanto como de sus personajes. Desde el primer plano, la película deja claro su juego: nada busca parecer real. Todo es una construcción, un decorado que se tambalea, una escenografía donde Benedict Cumberbatch y Olivia Colman se enfrentan como dos intérpretes en un duelo que oscila entre la risa y la tragedia.

El pacto con el espectador se firma temprano: aceptar la exageración como regla. Y quien lo asume, descubre un espectáculo voraz, un torbellino que recuerda a la energía desbordada de Years and Years. La narración avanza a golpes, sin pausas ni silencios, encadenando situaciones que rozan lo grotesco pero que, bajo su superficie, contienen una precisión quirúrgica para retratar las fisuras del matrimonio contemporáneo.


Theo e Ivy —los personajes de Cumberbatch y Colman— son el retrato de un amor que, como tantos, comienza en la fascinación y termina en el desastre. Primero, la armonía clásica: él, arquitecto y sostén familiar; ella, madre y cuidadora. Luego, la inversión: Ivy triunfa como chef y empresaria, Theo descubre en la paternidad su único refugio. Lo que en otro tipo de cine sería el terreno del melodrama, aquí se convierte en un carnaval de frustraciones y sarcasmo. Las discusiones se transforman en diálogos de vodevil, las indirectas en proyectiles. Y, sin embargo, hay ternura en los intersticios: una ballena rescatada, una confesión sobre la pérdida del amor, una mirada que sobrevive al desastre.

Cumberbatch y Colman sostienen la película con una complicidad que parece nacida de la escena teatral. Juegan, exageran, se destruyen y se redimen con la misma energía. Es un placer verlos en el registro de la comedia ácida, disfrutando de cada exceso como si supieran que el artificio, aquí, es la verdad más profunda.
Roach filma todo con elegancia e ironía, consciente de que lo que cuenta no es una historia realista sino un espectáculo de emociones. Desde la caída del edificio que diseña Theo —una metáfora visual tan evidente como eficaz— hasta los créditos iniciales y finales, llenos de un ingenio gráfico que remite a los años dorados de la comedia sofisticada, The Roses se sabe una obra sobre el cine mismo, sobre el placer de mirar y exagerar.

Entre las escenas memorables, brilla la cena con otros matrimonios: un festín de sarcasmos que va desnudando las miserias de cada pareja hasta que alguien, por fin, dice en voz alta lo que todos piensan: esos “chistes” son insultos. También los amigos secundarios —Amy y Barry— ofrecen contrapuntos valiosos: ella buscando fugas eróticas para mantener a flote su relación; él ocultando el fracaso tras una ironía cansada. Ambos terminan descubriendo, quizá sin saberlo, que en el caos también hay consuelo.

Exagerada, sí. Pero lúcida y divertida. The Roses convierte el matrimonio en una representación donde el amor y el desorden bailan sobre el mismo escenario. En la tradición reciente de Marriage Story, Anatomy of a Fall o Black Bag, Jay Roach firma una película que no teme ser teatral para alcanzar la verdad emocional. Porque, a veces, solo la exageración permite ver lo real.




Comentarios

  1. Si no has visto la primera versión de La guerra de los Rose, pienso que esta te gustará, ahora bien si has visto la anterior versión, esta la encontraras innecesaria. Si Kathleen Turner y Michael Douglas desprendían glamour y buen hacer en esta comedia negra en el mejor momentos de su carrera, Benedict Cumberbatch y Olivia Colman son una pareja terrenal e igual de buen hacer interpretativo. Divierte y distrae a partes iguales, sobra algún personaje que se hace repelente y cansino como la ninfomana pareja de un amigo del protagonista.

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