LA ACTRIZ A LA QUE JOHN WAYNE ELIGIO COMO SU VERSION FEMENINA.
John Wayne, la prominente figura del western clásico, afirmaba, con una combinación de arrogancia y cordialidad, que la actriz irlandesa Maureen O'Hara era su "equivalente femenina". Esta declaración no se formulaba como un cumplido amoroso, sino que, según él, "ella podría darme una paliza".Es importante señalar que él raramente ofrecía elogios. En la industria de Hollywood, era más frecuente observarlo en desacuerdos con los ejecutivos de los estudios que expresando admiración hacia otros. No obstante, hizo una excepción con O'Hara. Se conocieron en 1939 de una manera poco glamurosa: ella, una pelirroja de carácter fuerte y recién llegada a la capital del cine, tuvo que escoltarlo hasta su hogar tras una fiesta, ya que él estaba tan intoxica do que no podía encontrar la puerta. Este incidente fue un comienzo poco heroico para un supuesto héroe cinematográfico, pero sirvió como un preludio perfecto para una amistad que duraría toda la vida. Pasarían once años antes de coincidir en un rodaje, y cuando lo hicieron, la química entre ambos fue instantánea. Su primera película conjunta fue Río Grande en 1950, dirigida por John Ford, un western fronterizo en el que Wayne interpretaba a un oficial del ejército obsesionado con la disciplina, mientras que O'Hara asumía el papel de su esposa, que llegaba para reclamar a su hijo. Entre apaches, órdenes militares y disputas conyugales, quedó claro que la pareja funcionaba tanto mediante disparos como a través de gritos.
El gran éxito llegaría dos años después con El hombre tranquilo en 1952, también bajo la dirección de Ford. En esta ocasión, el actor dejaba de lado el revólver para encarnar a un boxeador retirado que regresaba a Irlanda en busca de tranquilidad, donde se encontraba con Mary Kate Danaher, una mujer apasionada que poseía el cabello rojo de O'Hara y un carácter tan firme como el suyo. Las disputas entre ambos se convirtieron en escenas icónicas, y el beso bajo la lluvia sigue siendo uno de los momentos más memorables del cine clásico.
En la década de los sesenta, volvieron a repetir la fórmula con El gran McLintock en 1963, una comedia del oeste que combinaba el slapstick con duelos a caballo. Él interpretaba a un ranchero rico y orgulloso; ella, su esposa separada que estaba decidida a recuperar lo que le pertenecía. El resultado fue un conjunto de persecuciones, gritos e incluso enredos en el barro que conferían al film un aspecto de vodevil con sombreros de vaquero.
Su última colaboración fue El gran Jake en 1971, donde el tono se tornó más oscuro. Wayne interpretaba a un patriarca dispuesto a rescatar a su nieto secuestrado, mientras que O'Hara, en un rol breve, interpretaba a la angustiada madre. Aunque ya no compartían tantas escenas, la complicidad entre ellos continuaba intacta, como si llevaran toda una vida discutiendo frente a la cámara.
En todas estas películas, la química entre ambos era innegable: podían lanzarse platos, gritarse o culminar en un beso, y el público siempre creía en su conexión. Wayne solía eclipsar a sus compañeros de reparto, pero con O'Hara esto no ocurría. Ella misma lo expresó con orgullo: "Cuando discutíamos en pantalla, era una batalla entre dos iguales, algo poco común entre un protagonista masculino y una protagonista femenina".
El propio 'Duque' la caracterizaba con términos singulares: afirmaba que era «femenina y hermosa», aunque también señalaba que poseía «cierto matiz masculino». Sin duda, se trataba de un elogio ambiguo, pero O’Hara lo aceptaba sin objeciones. «El Duque era robusto y elevado, y yo era alta y robusta», relató en una ocasión. Esta paridad en la fortaleza fue lo que transformó su relación en pantalla en algo excepcional.
Una de las parejas míticas de la historia del cine, ambos irradiaban una gran química y parecían que estaban hechos el uno para el otro.
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