JOSE ISBERT, EL ENTRAÑABLE ABUELO DEL CINE ESPAÑOL.

 JOSE ISBERT, EL ENTRAÑABLE ABUELO DEL CINE ESPAÑOL.

Hay rostros que, aun sin pronunciar palabra, cuentan la historia entera de un país. El de José Isbert pertenece a esa estirpe. Con su voz quebrada y su mirada bonachona, el actor madrileño se convirtió en una presencia indispensable del cine español, símbolo de una época en la que las salas eran refugio, espejo y memoria colectiva. Su figura no solo evoca la ternura del patriarca de La gran familia o el absurdo cotidiano de El verdugo, sino también el eco de un siglo convulso en el que España mudaba de piel una y otra vez.

Nacido en 1886 en el barrio de Embajadores, hijo de una familia manchega, Isbert creció entre los ecos del teatro popular y las calles bulliciosas de una ciudad que empezaba a mirar al nuevo siglo con más esperanzas que certezas. Dejó los estudios de Comercio para entregarse a la escena, debutando en el mítico Teatro Apolo cuando el país aún digería el Desastre del 98. Desde entonces, la suya sería una carrera guiada por la intuición y el amor a su oficio, dos constantes que lo acompañarían hasta el final.

Antes de convertirse en el entrañable alcalde de Bienvenido, Mister Marshall, aquel que recibía a los americanos con banda y banderines, Isbert había recorrido un largo camino. En 1912 ya aparecía en Asesinato y entierro de don José Canalejas, interpretando nada menos que al anarquista que mató al político liberal. Por entonces, la prensa lo describía como un actor “simpático y notable”, capaz de arrancar aplausos en el Coliseo Imperial. Eran años en los que el teatro seguía siendo el corazón cultural del país, y el cine apenas asomaba como un milagro mecánico que pocos tomaban en serio.

Con la llegada del cine sonoro, Isbert no solo sobrevivió al cambio, sino que encontró en él un nuevo escenario para su talento. Fundó su propia compañía de comedias itinerante y, en 1931, participó en La pura verdad, dirigida por Florián Rey, justo cuando la Segunda República empezaba a transformar el país. Los títulos de Arniches o Muñoz Seca marcaron su paso por el Teatro de la Comedia, donde su naturalidad se fundía con la gracia popular de una España que, entre bambalinas, se debatía entre la modernidad y el conflicto.

La Guerra Civil detuvo el ritmo, y también su voz sobre los escenarios. Católico y residente en el Madrid republicano, Isbert vivió esos años con discreción, refugiado en su familia y en las escasas funciones que aún se representaban. Pasó meses actuando en el Teatro Cervantes de Cuenca, llevando un poco de alivio a niños y combatientes. No fue hasta el final del conflicto cuando su carrera volvió a tomar impulso.

Los años cuarenta y cincuenta lo consagraron como uno de los actores más queridos del cine español. Su presencia en títulos como Historias de la radio consolidó la imagen de un intérprete que sabía mezclar el humor costumbrista con una humanidad irresistible. Aunque su carrera se desarrolló durante el franquismo, Isbert trascendió cualquier etiqueta ideológica: en sus personajes, Berlanga y Sáenz de Heredia encontraron un símbolo de la España humilde, irónica y resignada que observaba el poder desde la acera.

Cuando la enfermedad le arrebató la voz poco antes de morir, en 1966, José Isbert ya era una institución. Su figura representaba algo más que una filmografía: era el rostro de un país que, pese a sus heridas, había aprendido a reírse de sí mismo. El testigo pasó a su hija María, inolvidable en Viridiana, y a su nieto Tony, que mantuvo viva la tradición familiar en cine, teatro y televisión. Tres generaciones que, desde el esplendor del blanco y negro hasta la apertura democrática, supieron adaptar su arte al pulso del tiempo.

La historia de los Isbert es también la del espectáculo español del siglo XX: una travesía por guerras, censuras y renacimientos donde el talento se convirtió en forma de resistencia. En cada gesto de José Isbert —ese temblor de voz, esa mirada cómplice— permanece la memoria viva de un país que encontró en su risa el modo más humano de sobrevivir.



Comentarios

  1. Uno de los grandes actores del cine español con una voz muy particular, y que dejo pasar los cantos de sirenas del cine de Hollywood. Entrañable en Bienvenido Mr. Marshall y sobretodo en La gran familia.

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