EL MOMENTO EN QUE GIANCARLO ESPOSITO PENSO EN QUITARSE LA VIDA.
Antes de que se convirtiera en el meticuloso propietario de Pollos Hermanos y en uno de los villanos más memorables de la televisión contemporánea, Giancarlo Esposito había perdido casi todo. El teléfono apenas sonaba, las facturas se acumulaban y su carrera —esa que había comenzado con ilusión en los ochenta y noventa, con papeles secundarios en decenas de películas— parecía encaminarse al olvido. Entre un rodaje y otro, el actor sobrevivía a base de trabajos efímeros, sin continuidad, con la sensación de ser invisible para una industria que ya no lo necesitaba.En casa, la situación se tornaba desesperada. Casado y con cuatro hijos, Esposito empezaba a sentir que no podía ofrecerles ni siquiera un presente digno. Entonces, una conversación trivial cambió su rumbo. Su mujer mencionó que su padre tenía un seguro de vida, y Giancarlo, con el pragmatismo del que no ve salida, preguntó si él también lo tenía. Al hojear los papeles y escuchar la cifra que su familia recibiría en caso de su muerte, la idea se volvió una tentación. “Valgo más muerto que vivo”, pensó, como George Bailey en ¡Qué bello es vivir!.
Durante un tiempo, planeó la posibilidad de fingir su propio asesinato: si alguien lo eliminaba, su familia podría cobrar la póliza. Pero pronto comprendió que ese camino solo multiplicaría el dolor que intentaba evitar. “La luz al final del túnel fue Breaking Bad”, recordaría años después. “Tuve algunos trabajos antes, pequeñas cosas, pero Breaking Bad fue la luz”.
Y lo fue en todos los sentidos. La aparición de Gus Fring —ese criminal tan cortés como implacable— no solo le devolvió la estabilidad, sino también el respeto del mundo. El personaje, concebido por Vince Gilligan, se convirtió en una figura icónica, tan inquietante como sofisticada, y permitió a Esposito demostrar una sutileza interpretativa insólita. Su mirada fría, su voz templada y su precisión quirúrgica redefinieron el concepto de villano televisivo.
Better Call Saul consolidó después ese renacimiento, ofreciendo una segunda vida a Gus Fring y otra, aún más luminosa, a Giancarlo Esposito. Aquella interpretación le valió su primera nominación al Globo de Oro y el reconocimiento tardío que durante años le había sido esquivo.
Hay papeles que cambian una vida, sí. Pero hay otros —como el de Gus Fring— que la salvan.

La mente es algo que te puede jugar malas pasadas en los momentos mas desesperados de una vida, afortunadamente sigue entre nosotros y pudiendo disfrutar de su talento.
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