EL ENFADO DE SAMUEL L. JACKSON CON EL QUE GANO SU PAPEL EN "PULP FICTION".
Existen audiciones que son meramente formales y hay otras que se convierten en leyendas. La audición de Samuel L. Jackson para el papel de Jules Winnfield en Pulp Fiction se inscribe plenamente en esta última categoría. Y no porque fuera impecable, sino porque, en aquel momento, se presentó enojado, con una hamburguesa en una mano y un refresco en la otra, exhibiendo tal intensidad que parecía que el personaje ya tenía una existencia previa, antes de que se encendieran las luces de la cámara.A inicios de la década de 1990, Quentin Tarantino buscaba a un actor adecuado para interpretar a un asesino a sueldo dotado de una filosofía bíblica y una lengua mordaz. Jules Winnfield no representaba a un simple matón: era un sicario capaz de recitar versículos del Antiguo Testamento justo antes de ejecutar un disparo. El guion ya mostraba grandes promesas: tramas entrelazadas, violencia estilizada y diálogos que parecían diseñados para ser interpretados en un club de stand-up. Era un material excepcional. No obstante, se necesitaba un intérprete con la presencia necesaria para soportar tal torrente de palabras.
Jackson estaba convencido de que ese personaje le pertenecía. Sin embargo, escuchó un rumor inquietante: Tarantino estaba considerando a Paul Calderón para el papel. Esta noticia le cayó de forma abrupta. Sin vacilar, se embarcó en un vuelo hacia Los Ángeles, decidido a reclamar lo que consideraba un derecho. El viaje fue extenso y su estado de ánimo, deplorable. Para colmo, uno de los productores lo confundió con Laurence Fishburne, un error notable. Al llegar a la audición, no ingresó con una sonrisa de cortesía. Su entrada fue tan intensa como la de un huracán. Portaba una hamburguesa en una mano y un batido en la otra, infundiendo la sala con un inconfundible olor a comida rápida. En ese lugar lo aguardaban Tarantino, el productor Lawrence Bender y Richard Gladstein, jefe de producción de Miramax.
Gladstein recuerda ese momento con una mezcla de temor y asombro: «Pensé que iba a sacar un arma y dispararnos a todos». Los ojos de Jackson parecían salirse de sus órbitas. Cada bocado a la hamburguesa funcionaba como una advertencia. Cada sorbo del batido se percibía como una amenaza. No estaba actuando: realmente estaba enojado. Precisamente eso era lo que Jules requería. En cuestión de minutos quedó claro: ese individuo era el sicario que ansiaban. Su enfado no solo le otorgó el empleo, sino que también se infiltró en la película. La célebre escena en la que Jules intimida a Brett mientras consume un Big Kahuna Burger nació de esa audición improvisada. Jackson transformó su ira en arte, y el director supo canalizar esa energía.
El resultado se inscribe en la historia. Pulp Fiction requirió una inversión de 8 millones de dólares, de los cuales cinco millones correspondieron a salarios, y, gracias a la participación de Bruce Willis, ya generaba beneficios antes de su estreno al ceder los derechos internacionales por una suma de 11 millones. En taquilla, la película fue un éxito rotundo, superando los 200 millones de dólares en ingresos. Además, redefinió el panorama cinematográfico de los años 90, catapultó la carrera de Tarantino y estableció a Jackson como un ícono cultural a través de su interpretación del pasaje de Ezequiel 25:17. La colaboración entre ambos no concluyó en este proyecto. Posteriormente, volvieron a trabajar juntos en Jackie Brown (1997), donde él brilló en el papel de Ordell Robbie, un comerciante de armas; en Django desencadenado (2012), encarnó a Stephen, un esclavo astuto y manipulador; y en Los odiosos ocho (2015), asumió el rol del coronel Marquis Warren, un cazarrecompensas de lengua afilada.
Por otro lado, el cineasta continuó enriqueciendo su legado con obras como Kill Bill, Malditos bastardos y Érase una vez en… Hollywood. Sin embargo, es Samuel L. Jackson quien destaca como el cómplice que potencia su talento con los diálogos.
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