EL ACTOR QUE DEFINIO A JOHN WAYNE COMO UN HEROE VACIO.

 EL ACTOR QUE DEFINIO A JOHN WAYNE COMO UN HEROE VACIO.

Daniel Day-Lewis nunca ha sido un actor de medias tintas. Su nombre, ligado al rigor casi monástico de la interpretación, encarna una forma de entender el oficio que parece ajena al brillo de Hollywood. Forjado entre los escenarios del teatro clásico británico y la introspección psicológica más exigente, Day-Lewis pertenece a esa rara estirpe que considera la actuación como una búsqueda interior más que como un espectáculo. Por eso, cuando en una entrevista se le pidió su opinión sobre John Wayne, su respuesta —tan breve como afilada— se convirtió en una declaración de principios: “No me gusta John Wayne; me cuesta verlo. Simplemente, nunca me cayó bien”.

Detrás de esa frase seca no hay desprecio, sino una grieta generacional. Day-Lewis y Wayne representan dos concepciones opuestas del cine: la del actor que se disuelve en sus personajes frente a la del mito que se interpreta a sí mismo. El primero persigue la transformación; el segundo, la permanencia del símbolo. En Day-Lewis hay un credo artístico heredado del teatro europeo, donde el texto, la composición y la ética del intérprete pesan más que la leyenda. En Wayne, en cambio, se impone la figura: el cowboy como emblema nacional, el gesto como verdad.

Esa distancia es también ideológica. Para Wayne, el western no era una simple narrativa de aventuras, sino el escenario donde Estados Unidos afirmaba su identidad: un territorio moral en el que el héroe, viril y solitario, encarnaba los valores de una nación. Day-Lewis, que concibe la vulnerabilidad y la transformación como el núcleo de la interpretación, no podía sino mirar con escepticismo esa iconografía de acero. Su rechazo, por tanto, no es emocional, sino artístico.

No sorprende que el único western que confiesa admirar sea Solo ante el peligro, el mismo que Wayne detestaba. “Me encanta su pureza y su honestidad”, dijo Day-Lewis al hablar de Gary Cooper, a quien veía como “el último hombre en pie”. Ese heroísmo silencioso, construido desde la integridad interior, es el que le conmueve: no el del pistolero invencible, sino el del hombre que resiste en soledad.

En ese contraste se resume toda una filosofía del oficio. Wayne fue una estatua moral; Day-Lewis, un explorador del alma. Uno representaba el mito; el otro, la verdad. En esa tensión entre pose y autenticidad se define la evolución del cine del siglo XX: del héroe monumental al ser humano imperfecto. Cuando Day-Lewis confiesa que Wayne “le cuesta”, está marcando el fin de una era, la de la masculinidad sin fisuras, y reivindicando otra más humana, más frágil y más verdadera.

Su carrera entera ha sido la confirmación de esa idea. Desde el minucioso Daniel Plainview de Pozos de ambición hasta el Lincoln de Spielberg o el desgarrador Mi pie izquierdo, todos sus personajes parten del mismo lugar: la transformación interior. Day-Lewis no encarna iconos; los desmantela para encontrar algo vivo en su interior. Por eso, más que un juicio sobre John Wayne, su frase suena a manifiesto: el del actor que busca la verdad antes que el mito, la emoción antes que la leyenda.



Comentarios

  1. A mi parecer son dos actores muy diferentes, tanto en la forma de ver sus personajes como de actuar, son dos actores de diferente generación, Wayne es el Hollywood clasico y Lewis el nuevo Hollywood. Si yo me tengo que quedar con uno por muy vacío que sea por dentro, me quedo con el Duque.

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