BRAD PITT, EL GRAN ADMIRADOR DE ROBERT REDFORD.

 BRAD PITT, EL GRAN ADMIRADOR DE ROBERT REDFORD.

Cuando Robert Redford falleció, la pregunta surgió casi de inmediato: ¿quién podría recoger su legado? Las opiniones se dividieron. Para unos, George Clooney parecía la opción natural: actor consolidado, galán intachable y con una carrera como director que, aunque irregular, partió de lo más alto. Para otros, la combinación de atractivo rudo y faceta cinematográfica apuntaba a Ben Affleck, aunque, curiosamente, su registro como director no alcanzaba la impronta de Redford.

Sin embargo, había un nombre que sobresalía por derecho propio: Brad Pitt. Su similitud con Redford no residía tanto en la carrera tras la cámara o en el activismo, más tenue que el de Clooney y Affleck, sino en su estatura estelar y en la experiencia compartida con el propio Redford. Pitt había trabajado con él en dos ocasiones: El río de la vida y Spy Game (Juego de espías). La primera colaboración, sin embargo, dejó un sabor agridulce.

Brad Pitt deseaba protagonizar la película dirigida por Redford con tanta intensidad que no se limitó a enviar una sola audición: mandó dos. La segunda resultó suficiente para convencer a Redford, sellando un encuentro que marcó la carrera del joven actor. Sin embargo, la satisfacción de la aprobación del maestro no se tradujo en orgullo propio. “Mi interpretación era, simple y llanamente, mala”, confesó Pitt años después. La presión de trabajar bajo la mirada de alguien a quien admiraba profundamente lo paralizó, dejándole la lección de que, a veces, la admiración puede ser un obstáculo más que un estímulo.

Nueve años después, ambos coincidieron nuevamente en Spy Game, esta vez bajo la dirección de Tony Scott. Las jerarquías habían cambiado: ya no era Redford quien dictaba el tono, sino dos actores sobre un mismo terreno de juego. La experiencia fue diametralmente distinta y dejó a Pitt con un recuerdo más positivo, disfrutando de la dinámica compartida en una película que contrastaba radicalmente con la intimidad contenida y la tensión de El río de la vida.

En esa dualidad —una colaboración llena de presión y otra de igualdad— se puede rastrear una parte del legado de Redford: el poder de la presencia, el magnetismo del galán y la exigencia de un estándar que pocos pueden igualar. Y, en Brad Pitt, quizá se encuentra el heredero que combina admiración, experiencia compartida y la estatura necesaria para sostenerlo.



Comentarios

  1. Brad Pitt al ser rubio y uno de los galanes del cine moderno, puede que fuera el heredero natural de Redford, pero a nivel actoral hay un abismo entre los dos a favor de Redford.

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